Cuando más entendimiento y compromiso necesita Ecuador de sus ciudadanos, más desentendidos, aparentemente, ciegos, sordos y mudos. Su conveniencia alimenta su ambición, sea esta vanidad política o hambre de dinero, los malabares son múltiples a vista y paciencia de quienes los rodean, quienes ven y experimentan bajo sus narices esta mezquina actuación.
Pregonan la necesidad del cambio, instruyen y dicen responsabilizarse de ser los guías de quienes trabajan en su área de influencia, pero su actuación difiere de sus palabras. Los políticos, los empresarios, no tienen compromiso con el país, sino con sus propias y, obvias, egoístas ambiciones.
¿Cómo desentenderse de la ideología que desvaría desde la cabeza de la política internacional? Hacerse de oídos sordos ante su presunto, también, cómodo desentendimiento, de lo que sucede en Venezuela. Su desvergonzado apoyo a ese gobierno ante el abuso de poder, descarada falta a los derechos humanos y, continuo irrespeto por su pueblo. Despertamos con otra novedad, el efecto probable de una paz que no existe y que ahora afecta a los vecinos de semejante barbaridad populista. El estallido de la paz en Colombia es el despertar de la intranquilidad en los vecinos, aplaudida y apoyada por los innombrables.
Sería el momento para que empresarios, políticos, no sólo el pueblo ecuatoriano, fuercen decisiones con una inflexible determinación, hasta que, en realidad, se demuestre un cambio de timón efectivo. Desentenderse ante la vergüenza de regalar nacionalidades a indignos y tristes personajes, mientras otros, miembros de familias ecuatorianas se ven obligados a tomar decisiones porque si no, los sacan del país. Personajes funestos en nuestra historia, no callan, siguen imponiendo una impopular ideología. Nadie se atreve a toparlos o, menos, obligarlos a callar.
Desentendidos, oportunamente ciegos, ante las realidades que desfilan ante nuestros ojos. Mejor no tomarlo en cuenta, dejar que desaparezca en el olvido y, que el pueblo en las calles, en su intento de seguir siendo el dictador, le demuestren que no es más que un fantasma de la dañina década. Pero, la justicia no puede ni debe callar, debe seguir la ruta del justo castigo para quien abusó descaradamente del poder. Aquí, es donde el desentendimiento no juega, empresarios y políticos, si sienten responsabilidad por su país, deben forzar la toma de decisiones.
Si existe esa fuerza, no es momento de callar; si realmente son grandes empresarios y políticos, si están comprometidos, dejen de bailar en la marea, en el ir y venir, cómodos, sentados en sus propios intereses de gloria y dinero.
Que demuestren su valía, su deber y superior entendimiento, al no desentenderse. Utilicen ese poder político, moral y económico para el bien de un país que se sume en la incertidumbre, en el supuesto cambio de rumbo, en el suceso de que, inclusive, luego del resultado del domingo y, abusando de esa demostración popular, sigan desentendidos y conscientemente aprovechando la circunstancia.
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