Recuerdo con claridad meridiana que quienes pretendíamos seguir una carrera universitaria durante las décadas de los 70 y 80 lo hacíamos con el convencimiento de que sería una especie de columna vertical que nos guiaría intelectualmente y nos daría el sustento económico “para toda la vida”. Algunos optaban por carreras más “seguras”– Leyes, Medicina o Arquitectura- otros abrazamos las ciencias sociales en el afán por comprender y armar un nuevo país que se regodeaba en el ‘boom’ petrolero. Los afortunados universitarios de entonces, los que se quedaron a estudiar en el país y los que volvieron de las universidades extranjeras, encontraron nichos de trabajo relativamente interesantes. Pudimos aplicar lo que estudiamos; desde la izquierda o la derecha, a servicio y enriquecimiento individual o pensando en la comunidad. Había certezas, afirmaciones, intenciones o sueños que podían eventualmente ser plasmados. Había la realidad de un Estado que amparaba, promovía o contenía nuestras acciones.
Mas las naciones -o los Estados que las capitaneaban- empezaron a diluirse en medio de enormes capitales que ejercían un poder inusitado y que podían literalmente cambiar las reglas de juego en su beneficio. Su aliado: la magnífica y omnipresente banca. Eran capitales mixtos, muchos sin nombre ni apellido; eran –son– fenómenos inasibles en manos de pocos, que han ido empobreciendo a muchos. El Sur es más sur que nunca, el Norte más rico y poderoso; pero es un norte sin fronteras delimitadas. En el proceso se han instalado patrones de consumo que llevan a la violencia y la desidia; modelos que aportan para el mayor y rápido desgaste de un planeta exánime.
También fruto de estos excesivos bienestares, gobiernos como el español apostaron por mejorar la educación universitaria y especializar una inteligencia investigadora. La situación ha cambiado mucho en los últimos 20 años. Pero ahora, los jóvenes no encuentran empleo; algunos optan por seguir estudiando; otros viajan a Alemania o Brasil. ¿Para qué diablos sirvieron todas las herramientas de convenios educativos europeos de regularización como el de Bolonia?
Siempre a la saga, Ecuador en buena hora empieza a entrar en los mismos procesos de mejoramiento de la educación superior. Se gastan cuantiosas sumas para especializar a los jóvenes en las ramas más disímiles. ¿Habrá trabajo al término de sus estudios? Si el Ecuador ha abierto fronteras a miles de colombianos, cubanos, peruanos y quizás también lo haga con españoles y otros europeos, pregunto nuevamente ¿habrá lugar para esta nueva inteligencia que estamos preparando? O podremos aplicar el dicho: “nadie sabe para quién trabaja”. Desconcierto e incertidumbre…