Desde cuando fue creado el Ministerio de Salud Pública (MSP) sus titulares se vieron acosados por los graves problemas de los hospitales del Estado, y como se hallan ubicados en las ciudades incluso los medios de comunicación contribuían a que tales falencias adquirieran mayor trascendencia de la que tenían. Tal situación, en menoscabo de las acciones de prevención que en cualquier país con algún grado de madurez son de incumbencia del MSP. Es decir, prevenir las enfermedades, controlar los orígenes de las patologías más frecuentes y que por lo general afectan a los más necesitados, a las grandes masas poblacionales en países como el nuestro. Las gentes se enferman porque carecen de agua potable, eliminación de excretas, saneamiento ambiental, carencias en la alimentación de micronutrientes (hierro y yodo), atención de la embarazada y de la madre y el niño. Es decir de lo que se ha definido como atención primaria y es lo básico y fundamental en lo que deben empeñarse los gobiernos responsables.
Tal parece que la revolución ciudadana ha caído enredada en la maraña de lo que parecía una conquista: el derecho a la salud y la gratuidad como corolario demagógico pues sonaba bien pero nadie se percató de los desastres que iba a ocasionar: los hospitales estatales invadidos por quienes podían ser atendidos en sus casas o en sus pueblos, una vez que el sistema de coordinación entre los diversos niveles de atención pese a que se hallaba vigente a nadie se le ocurrió imponerla.
Desastres anunciados: las dos emergencias de salud decretadas por el Gobierno. Sin criterios de prioridad, cientos de miles de dólares invertidos ‘en saco roto’, según el decir de un connotado salubrista. Como no ser que se han triplicado las consultas en los hospitales, nada que signifique un cambio en las políticas del MSP. Todo igual o peor; un hospital de Quito no cuenta con el instrumental quirúrgico que se requiere y los pacientes son enviados a clínicas particulares. ¡Vaya revolución ciudadana! La solución, desde luego, no pasa por la construcción de nuevos hospitales. Una de las víctimas de las presiones demagógicas, el ministro Dr. David Chiriboga, poca duda me cabe.
¿Deberán pasar años de años para que lleguemos al entendimiento de que es obligación primordial del Estado prevenir las enfermedades? Los medios de comunicación pueden contribuir al cambio de rumbo, comenzando por denunciar la situación de los programas de prevención: ¿contaremos con harina de trigo fortificada con hierro como método de prevención de las anemias alimentarias?, ¿contarán con agua potable al menos todos los cantones?, ¿cuál fue la razón por la que se le renunció al Director del programa de control de los desórdenes por deficiencia de yodo por medio de la sal yodada, cuyos logros son evidentes? Preguntas sobran.