Aquel hombre arriesgado sorprendió al mundo con el mayor robo de tren de la historia de Inglaterra, el 8 de agosto de 1963. Se llamaba Ronald Biggs y falleció en los últimos días de diciembre pasado, cincuenta años después de protagonizar el robo del siglo.
En minutos se llevaron el botín que trasportaba el Correo Real Glasgow-Londres: 120 bolsas que contenían 2 631 748 libras esterlinas (cerca de USD 60 millones de hoy).
Todo salió demasiado bien, pero los quince hombres dejaron huellas. La Policía tenía el mandato de atraparlos. Y lo hicieron. Pero ningún interrogatorio logró violar el pacto de silencio que habían sellado. Nunca se encontró el dinero. Esa actitud fue castigada, aun cuando no hubo víctimas, con penas de 15 y 30 años.
Biggs estuvo preso en la cárcel de Wandsworth dos años, hasta julio de 1965. Un día de ese mes se acercó a una ventana, rompió el vidrio y se lanzó al vacío. Cayó sobre unos colchones en un camión que lo ayudó a escapar. La huída fue aparatosa, como si hubiera pensado en escribir el guión de su propia película.
Escapó a Francia, donde cambió de cara y documentos. De París comenzó un largo peregrinaje hacia Australia y de ese país, que comenzó siendo una enorme cárcel para delincuentes ingleses en el siglo XIX, huyó por el Pacífico hacia Chile y Bolivia, para residenciarse en Brasil.
Cumplía así el mito de los hombres que deseaban escapar con mucho dinero ajeno hacia el exótico Brasil, para retratarse con un trago y una mulata sandunguera. Las autoridades inglesas finalmente dieron con el paradero del Biggs, pero no pudieron extraditarlo porque esperaba un bebé de una brasileña llamada Raimunda. La ley de Brasil lo protegía y lo anclaba en Río de Janeiro.
En 1980 un grupo parapolicial lo secuestró en la calle. Al advertir lo que ocurría, se encontraba en un avión que haría escala en Barbados (un país que sí tenía extradición a Inglaterra) antes de dirigirse hacia Londres. Pero una vez más la suerte, la ayuda de abogados y la prensa hicieron el trabajo a favor de Biggs. Fue devuelto a su paraíso carioca por una orden judicial.
Una historia como la de Biggs tenía que ingresar en el cine. Y así lo hizo en 1967 con El gran robo, de Peter Yates. El personaje de Biggs aparece en cinco episodios británicos que narran la vida de Charmian Powell, pareja de uno de los ladrones más famosos de Inglaterra. Allí se cuentan los años previos al atraco y las vivencias posteriores, incluyendo Río de Janeiro. La más reciente de las adaptaciones de este histórico robo se estrenó el 18 de diciembre, en la BBC, y curiosamente coincidió con la muerte de Biggs. Lo que no logró Scotland Yard, ni sus sabuesos a sueldo, pudo hacerlo la vejez y la melancolía. Biggs sintió nostalgia por su país de origen, se cansó de interpretar el papel del ladrón que daba entrevistas, y las amantes que buscaban dinero comenzaron a desaparecer. Se entregó a las autoridades británicas el 7 de junio de 2001.