La semana pasada acabó de realizarse en la ciudad de Belén, Costa Rica, una nueva cumbre de presidentes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).
Uno de los hechos relevantes de esta cita hemisférica fue la toma de la posta por parte del Ecuador de la Presidencia pro témpore de este bloque.
La Celac está conformada por todos los países de la región, menos Estados Unidos y Canadá. Se excluyó a estas dos naciones por diferencias ideológicas. Hugo Chávez, su principal impulsor, sostenía que era necesario crear una instancia hemisférica que sustituyese a la Organización de Estados Americanos (OEA), la cual, según su opinión, estaba controlada por los Estados Unidos.
Si algo incomodaba a Chávez y otros presidentes de la región con respecto de la OEA era justamente la exclusión de Cuba de las reuniones hemisféricas y el papel que ha cumplido la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
La Comisión, junto a la Corte Interamericana, es parte del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Ha sido una instancia fundamental en la cual se han tratado varios casos de violación de los derechos humanos por parte de los Estados. Ante la falta de un sistema de justicia independiente y debidamente institucionalizado, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos es una opción.
En este sentido, me atrevería a afirmar que la Celac nació viciada. Da la impresión que esta instancia hemisférica se creó únicamente con el objetivo de dar acogida a Cuba y obviar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. No obstante, el tema de fondo no es crear una instancia alterna a la OEA, sino exigir que en Cuba se produzcan cambios realmente democráticos y se entienda que los derechos humanos están por encima de los intereses de ciertos presidentes con vocación autoritaria.
Por ello no me llama la atención que en las reuniones de la Celac se hable de manera repetitiva de la terminación del embargo de parte de Estados Unidos hacia Cuba y de la eliminación o reforma de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Justamente, estos temas fueron tratados en esta cita de Costa Rica. Sin embargo, a diferencia de otras ocasiones, se incluyó dentro de la declaración principal la propuesta de Ecuador de erradicar la pobreza extrema en América Latina hasta el 2020. Esta afecta a cerca del 12% de los 600 millones de personas que habitan los 33 países que son parte de la Celac.
Más allá de esta iniciativa, que me parece loable, la cual no es más que una lírica declaración de buenas intenciones, los Estados miembros deberían en primer lugar darle sentido o cierta direccionalidad a la Celac.
Pese a los “vicios de origen” que acabo de mencionar, creo que debería tomarse en consideración el desarrollo de una agenda de trabajo latinoamericana. Allí están los temas de integración, consolidación de la democracia, cooperación Sur–Sur, ciencia, tecnología y educación, seguridad y lucha contra el crimen organizado, entre otros.
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