Desafío permanente

La cuestión de la pobreza y el empleo es la preocupación principal de buena parte de países a nivel mundial, se debate cómo conseguir ese ansiado logro: inserción social a través de la creación de empleo decente. El tema no es fácil ni está ausente de una gran polémica. Lo que casi ya no admite discusión en los foros internacionales es que para ello se requiere crear condiciones apropiadas para atraer inversión, que permita la formación de nuevas empresas y la expansión de las existentes. Sólo de esa manera se puede crear trabajo productivo. Así lo han entendido la mayoría de países y es común observar una cerrada disputa por los escasos capitales que en este momento se atreven a ir a los países denominados emergentes. Entre ellos se esmeran por generar políticas atractivas a los inversores, conscientes que no existe mejor política social que ofrecer a las personas oportunidades para acceder al trabajo. De esa forma los individuos no solo logran atender sus necesidades, sino que el tema va más allá cuando empiezan a sentirse útiles a la sociedad y obtienen los beneficios que ésta genera, considerándose parte integrante de ella y no al margen.

Pero esto que es admitido casi en forma general, en la práctica encuentra grandes dificultades. Las legislaciones muchas veces privilegian de tal manera los trabajos existentes, que se convierten en una verdadera traba para generar nuevos empleos. Los políticos por su parte son proclives a ceder a los grupos de presión existentes, perdiendo de vista que grandes segmentos de la población son perjudicados al no encontrar oportunidades de trabajar en un mercado laboral cada vez más restringido, que cada vez se estrecha más y más.

Si a esto se suma que día a día en los países en desarrollo la población en capacidad de trabajar aumenta así como la vida útil del trabajador, el problema se vuelve dramático. La descomposición social toma forma y, con tantas personas excluidas, la violencia encuentra terreno fértil. Lo que era básicamente un asunto del mundo del trabajo termina desfigurando a la sociedad entera .

El desafío está en volver los ojos a la necesidad de crear oportunidades para la población. Esta ya no es tarea exclusiva de los gobiernos ni de los actores sociales en forma independiente. Es una tarea común que ya tiene que salir de la etapa de diagnóstico, para aplicar las medidas y remediar el problema. Si la mayoría de países han visto con absoluta claridad qué es lo que debe hacerse, no se puede permanecer en la orilla opuesta mirando cómo se agrava el problema. Es hora de actuar en un asunto que nos compete a todos, haciendo causa común gobernantes y gobernados, porque nadie puede permanecer indiferente ni indolente ante una situación alarmante que día a día se complica más, observando cuánta gente no tiene la mínima esperanza de encontrar una simple oportunidad de ser útil a la sociedad.

Suplementos digitales