El desafío de la ciudad

En una reciente conversación sobre el futuro de la ciudad convocada por el Colegio de Arquitectos de Quito, tuve oportunidad de reflexionar sobre los desafíos de la ciudad y su mirada hacia el futuro. Como elemento de partida del análisis, cité las palabras de Massimo Cacciari exalcalde de Venecia "…. la ciudad es asaltada por una doble corriente de deseos: deseamos la ciudad como 'nido', como 'madre' y al mismo tiempo como 'máquina', como 'instrumento'; (….) le pedimos paz y seguridad y al mismo tiempo exigimos de ella eficiencia, eficacia, movilidad. La ciudad está sometida a presiones y demandas contradictorias".

Se trata de las palabras de un exalcalde -Cacciari- que es también filósofo; una extraña combinación, ya que estamos acostumbrados a requerir de esta figura, la de un político y fundamentalmente la de un administrador. Sin embargo, la complejidad de las ciudades contemporáneas parecería requerir de alguien que no se reduzca a la del administrador del territorio -o mejor que no sea solo eso- sino que esté en capacidad de comprender los desafíos que las ciudades contemporáneas nos presentan.

En el ciudadano moderno conviven estas dos dimensiones en una composición contradictoria, casi esquizofrénica; dos dimensiones que están en la base del urbanismo moderno: el urbanismo como medida del buen trato entre diferentes y el urbanismo como planificación, regulación y administración del territorio.

Si observamos con atención la realidad de las ciudades contemporáneas deberemos admitir que es esta segunda versión del urbanismo la que ha prevalecido: lo urbano en la actualidad es más territorio, que ciudad. El ciudadano moderno está atrapado en el territorio, el cual se despliega ad infinitum sin que se pueda controlar o detener su expansión. La territorialidad ahora se mide en temporalidad. Cuánto tiempo tengo para llegar allí, cuántos obstáculos territoriales se me interponen; a cuántos medios de transporte debo acudir para sortear los límites que me impone el territorio.

¿En qué medida es posible revertir esta tendencia? He aquí el desafío para arquitectos, planificadores urbanos y políticos; construir nuevamente la ciudad; generar espacios habitables, acercar las funciones de la reproducción a las de la realización en el hábitat; más plazas que vías, más espacios alcanzables donde se realice una multiplicidad de funciones, estéticas, económicas, jurídicas, institucionales, hacer de la ciudad una instancia de producción de eticidad, lo cual significa pensar a la ciudad como sujeto y no como objeto; como una construcción colectiva que piensa, articulando las funciones del conocimiento a las de la realización. El urbanismo deberá regresar a su función primordial: la de conseguir el buen trato entre los ciudadanos, un desafío no solo para la arquitectura, sino fundamentalmente para la política urbana.

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