Un amplio informe que acaba de publicar la revista británica The Economist muestra con estadísticas que la tendencia delictiva se mantiene pese a las crisis económicas, la llegada de miles de emigrantes de países del Tercer Mundo y el debilitamiento de la familia tradicional. El informe concluye en que no cabe justificar la inseguridad apelando a la teoría de las causas sociales del delito, la explicación tradicional sostenida por la izquierda en nuestro país y en el mundo.
Según The Economist hubo 69 asaltos a bancos y comercios en Inglaterra y Gales el año pasado contra un promedio anual de 500 en los años noventa. En esos mismos años, en Nueva York se robaban 147 000 autos comparados con menos de 10 000 en 2012, en tanto en Manhatan los robos y rapiñas se abatieron en un 95%. Porcentajes tan llamativos como esos ostentan otros países, como Francia por ejemplo, en donde la tasa de delitos baja en medio de la crisis económica y del desempleo entre los jóvenes.
Otros ejemplos brinda la revista, todos ellos orientados a probar que métodos refinados en la labor policial con recursos tales como el ADN y la información sistematizada en computadoras, explican en buena medida esos resultados. Aunque resalta también la función de elementos como los circuitos de cámaras en la vía pública y en centros comerciales, así como la modernización de los sistemas de alarma, la publicación recoge opiniones de criminalistas que coinciden en que lo decisivo radica en la mayor pericia de la Policía.
Esos expertos señalan que los maleantes siguen ciertos patrones delictivos que una vez analizados permiten predecir y prevenir sus acciones. De ese modo se marcan zonas y horarios peligrosos, se identifica a potenciales delincuentes y se establecen mecanismos de vigilancia especiales. Así, la Policía estadounidense, por citar un caso, ha logrado que en los últimos 20 años los crímenes violentos, en particular los homicidios, disminuyeran en más de un 60% en las principales ciudades del país. Ese cuadro de cifras tan alentadoras contrasta con lo que ocurre en nuestro país en donde la tasa de asesinatos no para de crecer al tiempo que hurtos y rapiñas continúan en auge como acaba de señalarlo el Círculo Policial en un balance crítico del desempeño del ministerio del Interior.
Ante ese estado de cosas, la lección que brindan los países más exitosos en el combate al delito es que se deben racionalizar los recursos policiales, aumentar la capacitación del personal y movilizarse sobre la base de planes concretos que permitan contener a los delincuentes antes de que asesten sus golpes. Otra experiencia digna de imitarse es la cooperación institucionalizada entre los ciudadanos y las fuerzas del orden. Así, una vez producido el ilícito la Policía puede actuar prestamente y, con el auxilio de modernas tecnologías, depositar a los infractores entre rejas.
En suma, la fórmula empleada para reforzar la seguridad se basa en un conjunto de factores que terminan por hacerle sentir al potencial malhechor que si comete un delito tarde o temprano será detenido y pagará por su crimen. Cuando la Policía consigue trasmitir esa idea buena parte de su trabajo está hecho. No es fácil, claro está, pero en medio de la crisis de inseguridad que padecemos bien valdría la pena intentarlo.
La perspectiva de ser arrestado tras cometer el ilícito es el mayor freno a los delincuentes según la experiencia de diversos países en donde hay cada vez más seguridad a pesar de la crisis.