Los derroches

La opinión pública coincide en opinar que el gobierno del presidente Moreno está encausando adecuadamente el esfuerzo restaurador de un país acosado por la corrupción, un pésimo manejo económico y una desastrosa labor internacional, durante los 10 años de despotismo disfrazado. Ha debido esperar un tiempo prudencial para concretar acciones de respeto, tolerancia, renegociaciones y sanciones a unos pocos de muchos corruptos.

Tal vez la estrategia partidista que primó, al inicio de su gobierno, incidió directamente en la nominación de sus ministros de Finanzas y de Relaciones Exteriores, cuyas gestiones desentonaron totalmente con el espíritu de recuperación que anima al primer mandatario y que anhela la colectividad.

Felizmente las designaciones en Defensa y Economía, así como el cambio en Cancillería, devuelven las esperanzas y el optimismo, que decaían sensiblemente en anteriores días.

La búsqueda excesiva de halagos movilizó a muchos embajadores para la consecución de múltiples “honoris causa” que hincharon más el ego del anterior gobernante y sirvieron de “piezas históricas” del “museo personal” de pomposa y onerosa inauguración en el Palacio de Carondelet.

Parecida actitud ha tenido la señora Canciller en su afán de alcanzar votos para su nominación como Presidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas, a través de reuniones con desplazamientos pagados por el Estado ecuatoriano. ¿Ha sido una más de los cinco ministros de Relaciones Exteriores que debilitaron el frente externo de nuestro país, desde el 2007, en la década fracasada, por ser improvisados y carecer de la indispensable formación diplomática?

Es reprochable haber presentado inesperadamente su candidatura incumpliendo un acuerdo contraído en el 2015, en el que el Ecuador comprometió su voto para la candidata hondureña. Por conseguir respaldo internacional pretirió obligaciones internas como preocuparse por resolver el secuestro y asesinato de periodistas ecuatorianos.

Otorgó la nacionalidad ecuatoriana al pirata informático Julian Assange, con la pretensión de concederle un cargo diplomático para resolver un problema que dura años.

Ha prolongado el fanatismo de su fallido movimiento político, al dejar de lado la defensa de los derechos humanos de miles de venezolanos y nicaragüenses sacrificados por las dictaduras a las que ella rinde pleitesía reiteradamente.

El conglomerado ecuatoriano mira con beneplácito la designación de una persona con formación diplomática para la Cancillería. Confiamos en que terminará con ese injusto despilfarro del dinero que escasea en la economía nacional y que se ha malgastado para satisfacer vanidades excesivamente caras e intrascendentes.

Columnista invitado

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