Derecho a la esperanza

Que en todas las preguntas de la consulta se haya impuesto el Sí fue una sorpresa. Razonamientos no faltaban para dar por seguro que en la 4 (Consejo de Judicatura de Transición) y en la 9 (Consejo de Regulación de contenido de los medios) el No triunfaría. Si se piensa que casi llega a la Presidencia de la República el señor Álvaro Noboa y que las diferencias en la consulta entre el Sí y el No, no dan para cantar victoria a pleno pulmón, resulta que a partir del triunfo del señor Rafael Correa y la puesta en marcha de todo un proyecto de gobierno, al país se lo ve netamente polarizado. Nada incomprensible si recurrimos a la historia nacional: los consensos a los que a veces se llegaba, una patraña con la que se doraban aquellas leyes con piola siempre inclinadas a favorecer a los poderosos, es decir a los que tenían la piola en las manos.

En tales circunstancias qué de extraño resulta que el presidente Correa halle opositores donde menos se piensa y mas tratándose de políticas de gobierno que apuntan a transformaciones profundas de las que no escapan inclusive los intereses de las corporaciones internacionales. Si a esto se agrega que a Rafael Correa le cuesta pensar dos veces antes de despotricar, rompiendo lanzas innecesarias inclusive con la prensa independiente, el derecho a la esperanza que significa su Gobierno como que va alejándose.

Sí, el derecho a la esperanza: la Refinería del Pacífico. A Correa se le debe que nuestro país sea uno de los que más se benefician del negocio petrolero. En esta línea, si logramos producir los derivados del petróleo –empresa titánica con oponentes poderosos-, contaríamos con mayores recursos para salir del pantano del subdesarrollo.

Sí, el derecho a la esperanza: la minería moderna a gran escala. Habríamos conjurado lo que parecía una maldición: todo era pasar la frontera de Perú a Ecuador y los minerales desaparecían. Resulta, que contamos con las minas de oro más ricas del mundo. Un cristo el presidente Correa: hay quienes se oponen a que el Estado ecuatoriano se beneficie de sus recursos naturales en el entendimiento de que así de pobres, primitivos y sin mayores necesidades que satisfacer más nos acercaríamos al ideal, el sumak kausay: la vida con anterioridad a la revolución industrial.

Sí, el derecho a la esperanza: contar con los cuantiosos recursos que requiere el talento del hombre ecuatoriano para desarrollase y llegar a dominar el conocimiento moderno.

¡Qué responsabilidad tan grande la del presidente Correa! ¿Será difícil comprender, desde las alturas del poder, que sin libertad de opinión y de expresión no hay país que se haya liberado de las cadenas de la dependencia y el subdesarrollo en esos niveles de indignidad como son los actuales? ¿A dónde llegaríamos sin esperanzas?

Suplementos digitales