Hablamos claramente de espacios colectivos libres, de gestionarlos, de no conformarnos con los “gated communities” encerrados en su propio laberinto. San Borondón, por ejemplo.
Hablamos de crear urbes inacabadas, de espacios porosos a escala humana. Brasilias en el mundo, no más. Hablamos de detener la compra del suelo de ciudades en crisis en las que aparecen extraños inversionistas que las obtienen a precio de huevo y dictaminan lo que en ellos se deba realizar (chinos en Detroit, no más).
Por esta línea, la Nueva Agenda Urbana plantada en Habitat III no aborda con firmeza el cambio a las actuales estructuras económicas en la praxis de nuevas formas de habitar el planeta, imprescindible para su urgente transformación.
¿Quienes y con qué intereses se construye esta Agenda?
Por otra parte, algunos colectivos de investigación vuelven a poner al centro de la discusión al ser humano, sediento de contacto con el Otro, como reclama la arquitecta María Augusta Hermida. Y qué mejor plataforma que aquel espacio en la ciudad que te permite esta interacción: la plaza, el portal, la vereda, los espacios residuales. Por citar un ejemplo entre muchos. La Constitución ecuatoriana garantiza el acceso al espacio público para los creadores de arte, por tomarlo sin afección del patrimonio o del mismo transeúnte.
¿Pero es que este cuerpo legal paraguas se compadece con la realidad cuando, por citar un caso que me es conocido, tienes que gestionar 21 permisos para la presentación de un grupo de teatro de la calle en la ciudad patrimonial de Cuenca?
Estoy indignado, señala el actor Pancho Aguirre, por el trato violento de la policía. Nos tratan en ocasiones como delincuentes o mendigos. Nos sabotean. El miedo a la denuncia? El miedo a enfrentar la crítica? El arte es y debe ser políticamente incorrecto; el arte lleva en si el signo de la rebeldía, rompe esquemas, permite, promueve la reflexión más allá de la norma. Los municipios están para gestionar sus espacios con total apertura, para programar y definir de manera consciente los lugares del jazz o del pasillo, del teatro de la calle, de la exhibición de pintura o del arte en acción. Están para generar circuitos agendados que sirvan a públicos diferenciados; para habilitar la movilidad y permeabilidad entre unos lugares y otros, no para censurar un contenido políticamente incómodo. En Cuenca tenemos 53 espacios disponibles, según el departamento de Áreas Históricas. Si, estimado lector, 53! Pero los artistas aún no obtienen el derecho de disponer del espacio o de recibir una negativa de uso con argumentos sólidos. Aplíquense estas observaciones a otras urbes. Usar nuestro espacio público/colectivo no es, no debe ser un favor sino un derecho. La libertad no se pide, se toma.
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