Una suerte de decantación significan los resultados de las últimas elecciones. Para Álvaro Noboa y Lucio Gutiérrez el final de trotes políticos que respondían a ensoñaciones. Que el prestigio de Paco Moncayo no le haya valido para llegar a la Asamblea Nacional, da la medida que el mensaje impreciso de Ruptura no llegó ni a los electores jóvenes y quedará para el recuerdo. Del pastor tengo entendido que ni sus feligreses votaron por él, eso sí, los últimos seguidores de la familia Bucaram, cuya nueva generación no da como para tener el menor optimismo. No hablemos del talentoso Mauricio Rodas hoy por hoy. La caída de ‘la izquierda infantil’ ha sido lapidaria. Los pequeños burgueses revolucionarios del MPD ya no tienen quién les siga. El pensamiento arcaico del economista Acosta no fue digerido ni por los de Pachakutik, movimiento que por lo menos tendrá cierta presencia en la Asamblea. Es el fin del socialismo dogmático, el de esa izquierda que no logró situarse en la realidad de los pueblos latinoamericanos, huérfanos de las transformaciones que a otros les significaron la Revolución Francesa y la revolución industrial. De no ser por su nacionalismo, el caso de Cuba, el de los hermanos Castro, es otra historia.
La derecha, política y económica, bien representada por el banquero Guillermo Lasso. Sus seguidores: los socialcristianos (incluidos los de Madera de Guerrero, pues son los mismos), todos a una en las elecciones para Presidente de la República. El 25% de los votos. La segunda fuerza política en el escenario. El pensamiento económico de la derecha ecuatoriana, aunque suene a sarcasmo, bastante similar al de los Republicanos en los Estados Unidos o del Partido Popular, el de Aznar, en España: las sacrosantas leyes del mercado, la codicia sin freno (según Barack Obama), el papel controlador del Estado reducido a la mínima expresión.
El triunfo de Correa y de Alianza País, contundentes: Presidencia y Asamblea Nacional. Responsabilidad mayúscula. Que luego de siete años de gobierno Correa haya triunfado largo en la primera vuelta da la medida que los beneficios de su gestión han sido sentidos y comprendidos por la mayoría. Se diga lo que se diga.
Al presidente Correa le quedan cuatro años cortos para culminar y consolidar las grandes obras en las que se juega nuestro futuro: las centrales hidroeléctricas, la Refinería del Pacífico, la Ciudad del Conocimiento, educación superior de calidad, minería a gran escala, una burocracia preparada para servirle al país, la agroindustria sobre bases sólidas, la red vial en buen estado. Agreguemos el final de la guerra en la frontera norte. Nuestro pequeño país en el plan de tener un futuro digno. Tengo derecho al optimismo. Me asiste el derecho a la libre expresión. Que la oposición continúe nomás oponiéndose a todo.