De qué revoluciones se habla
El ex jefe supremo del país, general Guillermo Rodríguez Lara, fue objeto de un homenaje de reconocimiento de la Universidad de las FF.AA.-Espe y el Comando Conjunto de la institución.
Una buena ocasión para que recordara el significado de la filosofía del gobierno que se proclamara nacionalista y revolucionario, por encargo de la institución militar, y administrara el país entre febrero de 1972 y enero de 1976. En aquel régimen militar, que echó abajo al Presidente que se había declarado dictador un año y medio antes, colaboraron prestantes dirigentes de la izquierda, que lo admiraron, y uno que otro sobreviviente también se vinculó a esta década de la revolución ciudadana.Un acto en el atardecer de su vida (93 años cumplidos y con lucidez en su pensamiento e ideas) que le permitió hablar de los principios y la filosofía de ese plan y comparar realidades con el presente.
Entre ellos, en su época había 16 ministerios y no exageradamente cerca de 60, sin abuso en el manejo de los recursos públicos, viáticos ni viajes de enormes delegaciones oficiales. Un cuerpo diplomático sin improvisaciones, con personal profesional respetado, de carrera.
Cuando habla de honradez y de corrupción reivindica que eso se enseña con el ejemplo y no en el discurso. Precisamente hoy el país está inundado de escándalos e irregularidades encontrados en el sector petrolero y se buscan chivos expiatorios, en medio de la campaña electoral, para desviar la atención de casos como Odebrecht y encontrar otros responsables, sin asumir que este régimen sacó a la empresa brasileña pero después le volvió a traer. Que caigan todos donde estén.
A pesar de haber iniciado el boom petrolero, sin llegar a los precios de más de 100 USD el barril que ha tenido esta administración, reconoce que el futuro del país no está en un recurso no renovable sino en el agro, que poco se ha hecho a pesar de la propaganda oficial que habló la última década de la revolución agraria. Tampoco entregó campos a empresas extranjeras.
Su gobierno, como todos, cometió errores pero con otros indicadores y apertura pese a ser un régimen militar, que no se asemejó a los del Cono Sur y peor vincular al Plan Cóndor como se ha intentado desviar la atención. Allá hubo decenas de miles de muertos y desaparecidos. No generó confrontación y peor odio al punto que pese a su dificultad física, no mental, le permite caminar con tranquilidad y respeto por las calles del país, lo que resultará difícil cuando termine la denominada revolución ciudadana, con un país dividido, desinstitucionalizado, endeudado como nunca antes, con desempleo y subempleo peor que hace 10 años, enorme burocracia, sin el cambio real de la matriz productiva, sin haber mejorado sustancialmente la productividad y lo que es peor: sin credibilidad ni confianza interna y externa.