En una ocasión vi a Gonzalo con uno de sus brazos en cabestrillo, otro día a Mónica con una enorme bolsa de hielo, también en un brazo, pero además con varios puntos de sutura en una de sus piernas.
Los cortes en el brazo y en la pierna fueron producto de una caída junto a un edificio en construcción. El brazo inmovilizado de Gonzalo fue por un choque contra unas rocas mientras participaba en un triatlón en Costa Rica. Pese al dolor, se acomodó los huesos, siguió nadando y completó la prueba.
Gonzalo Calisto y Mónica Crespo son instructores de pilates, un sistema de entrenamiento que mejora el físico mediante una combinación de flexibilidad y respiración que resulta ideal para los trotadores.
Tienen un poco más de 30 años, no son solamente instructores, tampoco atletas que compiten en alguna prueba de fondo de las tantas que ahora existen en todo el país.
Nada, absolutamente nada les ha impedido participar en competencias extremas como los huairasinchi, maratones o triatlón. Mónica y Gonzalo son de esas personas que practican deportes extremos repletos de adrenalina y vértigo. Ella ganó en noviembre una vuelta en bicicleta al Cotopaxi, una de las pruebas más exigentes en esta disciplina que se completa en dos días, en una distancia de 130 kilómetros, con elevaciones que llegan a más de 4 000 metros, donde se lucha también contra la hipotermia.
La hazaña de Gonzalo fue terriblemente extrema, participó en la prueba denominada La Misión, una de las más difíciles del mundo, que se corre en la Patagonia argentina en un trayecto de 160 kilómetros, sin detenerse para descansar o dormir y comiendo apenas algunas barras energéticas y bebidas hidratantes.
Ningún atleta de alto rendimiento había coronado el recorrido en menos de un día, Gonzalo lo logró en 22 horas y 40 minutos, estableció un récord mundial que será muy difícil superar y dejó atrás a corredores de la élite del planeta.
Calisto relató todas sus angustias, también sus emociones, los recuerdos de su madre fallecida hace un año. Abrazó y besó la bandera nacional frente al asombro de los organizadores que veían a un ecuatoriano en el podio. Salvo por algunos pocos auspicios que tienen de la empresa privada, cuentan con muy poco apoyo y el Estado no ha contribuido con nada.
Lo importante es que, gracias a estos jóvenes, a Ecuador se lo conoce mucho más en el ámbito de los deportes extremos. Participar en estas competencias requiere de mucho gasto en indumentaria, pasajes, hoteles, etc.
Como Mónica y Gonzalo hay muchos atletas que con sus propios recursos cruzan las fronteras para dejar muy en alto al Ecuador. Existe un Ministerio del Deportes con suficientes recursos económicos que debería poner más atención a esta clase de atletas full adrenalina y comprometidos con su patria.