Tratar de definir a la democracia es un tema complejo y tan antiguo como la propia reflexión sobre la cosa pública. Desde Aristóteles, pasando por la Edad Media y aterrizando en nuestros días, se han elaborado diversas teorías sobre sus características, pero hasta hoy no hay un consenso. Regímenes tan antagónicos como la Corea d el Norte o la Cuba actual y, de otra parte, Estados Unidos o Inglaterra se llaman democracias.
Cabe afirmar que la democracia es primero un sistema de valores y, como consecuencia, un marco institucional para proteger tales valores. Lo que lleva a la pregunta: ¿puede haber democracia sin instituciones democráticas? La respuesta es negativa, porque debe darse una coherencia entre las instituciones y la cultura que las sustenta. Desde la concepción liberal de Occidente los valores que se institucionalizan son el principio de la soberanía popular, el derecho al voto universal, órganos de Gobierno compuestos por representantes elegidos, la opción de escoger alternativas, la primacía de la voluntad de las mayorías, con la obligación de respetar los derechos de las minorías. Y lo más importante: el constitucionalismo tiene como fundamento a la libertad, por lo que viene a ser la técnica jurídica que la garantiza y que asegura a los ciudadanos el pleno ejercicio de sus derechos, poniendo límites al poder del Estado. El constitucionalismo conlleva la división de poderes, como sistema de control, y es el Gobierno de las leyes sobre los hombres. En la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789 ya se proclamaba: “Toda sociedad en la cual no está asegurada la garantía de los derechos y determinada la separación de poderes no tiene constitución”.
Con este antecedente la pregunta por contestar es: ¿han tenido y tienen vigencia estos valores en la sociedad ecuatoriana? La revisión de nuestra historia lleva a otra respuesta negativa. Las dictaduras, autocracias y autoritarismos han sido en número mayores a los pocos gobiernos verdaderamente democráticos. Hay va una lista de las primeras: Flores, Rocafuerte, Urbina, García Moreno, Veintimilla, Eloy Alfaro, Ayora, Páez, Enríquez, Velasco Ibarra, Arroyo del Río, Febres Cordero, Gutiérrez, sin nombrar Juntas Militares y Consejos Supremos de Gobierno, ni la falta de adhesión a las numerosas constituciones.
Si bien ha concentrado en sí los poderes públicos y no hay tuerca de la maquinaria estatal que no controle, el economista Correa no es una autócrata que se ha impuesto por la fuerza, sino la expresión y resultado de la voluntad mayoritaria de una sociedad utilitarista, que ha relegado los valores de la libertad y la democracia a cambio del paternalismo estatal.