Expresión de lo que René Ramírez, con una rigurosidad conceptual posneoliberal, denomina la “democracia humana y sostenible” viene a ser la disolución de la Fundación Pachamama, organización social dedicada a la protección del ambiente y los derechos humanos.
Dicha disolución fue pedida por el Ministerio del Ambiente y ejecutada el miércoles pasado por el Ministerio del Interior.
Se colocó en la puerta de la ONG una leyenda inapelable: “Disuelta por desviación de los fines y objetivos estatutarios y por injerencia en políticas públicas atentando contra la seguridad interna del Estado y afectando a la paz pública”. Frase ajustada al Socialismo del Buen Vivir y a las mejores épocas dictatoriales que ha vivido nuestro continente.
La razón es obvia. Algunos “seudoactivistas” de dicha fundación protestaron en los exteriores de la Secretaría de Hidrocarburos luego de la apertura de la XI Ronda Petrolera de Licitación del Bloque 15.
Se los acusa de agredir a funcionarios de la estatal petrolera Belosneft de Bielorrusia, país ejemplo de democracia y respeto a los derechos humanos, en que debe practicarse la “democracia humana y sostenible”, que preconiza Ramírez. ¿Entonces, con qué cara nuestro Primer Mandatario podría dirigirse a su par Lukashenko si no se aplicaran en este caso medidas ejemplarizadoras, dignas de un líder del siglo XXI? Por ello, en vez de investigar a quienes hubieran cometido estos abusos, la respuesta del Gobierno ha sido aplicar de inmediato el Decreto 16, edicto presidencial con el que se regula (controla) a las organizaciones sociales, para disolver a esta antirrevolucionaria fundación y, con ello, sentar un escarmiento. No vaya nadie a pensar que esto es criminalización de la protesta social. Aquello es una muletilla neoliberal; una infamia de la derecha que no quiere ver cómo la patria avanza. El cierre de Pachamama y de las organizaciones que vendrán después, si levantan su impertinente voz en contra de los mandatos del Buen Vivir, es solamente aplicación escrupulosa de la Ley y reglamentos revolucionarios.
Se acabó el tiempo del tumulto, la época en que cualquiera podía salir a la calle a protestar y en que “seudoactivistas”, que no han ganado una sola elección, pretendían que se les escuche como si la voz del pueblo en las urnas no fuera la única guía a seguir por un Gobierno soberano. Señores: aprendan el ejemplo de las autoridades de la Universidad Central que luego de que su casa de estudios fuera maltratada y humillada por el poder con la categoría B, marcharon respetuosos y de rodillas al Ceaaces para pedir que los recalifiquen. ¡Viva Aleksandr Lukashenko y los líderes que lo emulan; viva la democracia humana y sostenible; viva la claridad conceptual de nuestros comandantes !