No se trata de cobardía o valentía: el hecho real es que la delincuencia aumenta aceleradamente. Cada día opera en numerosas partes; y lo que más causa pavor es que para robar un celular, o la cartera, agreden físicamente llegando –en muchos casos- al asesinato.
La delincuencia actúa no solo fuera de las cárceles. También está operando desde el interior de los Centros de Rehabilitación Social.
Es no solo preocupante sino fuente de temor, el reportaje de la señorita Sara Ortiz, en EL COMERCIO, edición de 4 de agosto de 2015, bajo el título: ‘Redes de extorsión operaban desde el interior de cinco cárceles’. También: “A través de llamadas telefónicas que salen desde los Centros de Rehabilitación, los miembros de bandas organizan robos, seguimiento e intimidan a sus víctimas”.
Ni en el interior de la cárcel hay seguridad: el reportaje revela –entre varios casos- que tres reclusos de la cárcel de Latacunga se dedicaban a intimidar a los recién llegados; el cabecilla supuestamente llamaba a los familiares y pedía que le hicieran giros de entre 100 y 150 dólares diarios; de lo contrario amenazaban con matar al preso recién llegado.
En Manabí, la Policía Antisecuestros tuvo encargo de investigar las cárceles El Rodeo y Jipijapa, para localizar a dos reclusos que supuestamente lideraban una “banda dedicada a la extorsión”. ¡Pero la investigación reveló que cinco de los 10 capturados eran agentes penitenciarios!…
En Guayas hallaron otro caso de extorsión carcelaria. “Esta vez, los sospechosos eran ocho guías penitenciarios”, etc., etc., etc.
Para detener o privar de la libertad a presuntos delincuentes, es necesario observar “el debido proceso”, con la intervención inicial de los señores fiscales. Pero como ellos no pueden actuar personalmente en todo, cuentan con el apoyo del Sistema Especializado Integral de Investigación, de Medicina Legal y Ciencias Forenses cuyos especialistas prestan servicios de apoyo técnico y científico.
Y aquí radica el problema que debe ser solucionado: tanto los fiscales cuanto los policías anticrimen son muy pocos. Aunque trabajasen todas las horas del día y de la noche no alcanzarían a despachar ni el 50% de toda la carga de órdenes y encargos que provienen de los denunciantes a los fiscales; y de los fiscales a los policías judiciales. Son muy pocos para atender semejante avalancha de trabajo.
Con asombro vemos cómo la Policía Antinarcóticos descubre verdaderos depósitos de cocaína y marihuana. ¿El Ecuador ha sido una bodega de estas sustancias que no solo degeneran, sino matan?
Debemos elogiar la batalla del Ministerio del Interior y de la Policía contra el consumo interno, que acaba con tantos seres de la primera juventud del Ecuador. Más fiscales y más policías especializados son urgentes. ¿De otro modo?… Meditemos seriamente y… pronto.