Puesto que a cada uno, sea cual fuere su condición, alguna vez toca la desazón de gobernar aunque sea ‘sobre un grano de mostaza’, detengámonos a hacer camino por las andaduras de Sancho gobernador… Cuando el duque anunció a Panza que sus insulanos lo esperaban como al agua de mayo, él prometió aplicarse a gobernar de tal manera, que luego de su gobierno mereciera el cielo; y ya que debía vestirse apropiadamente, aceptó un traje que fuera parte de letrado y parte de capitán, pues en todo gobierno son menester armas y letras.
Don Quijote, con licencia del duque, lleva a Sancho a su estancia y le advierte que disponga el corazón a escuchar los consejos de quienes saben más que él, que ha obtenido el poder ‘con solo el aliento que le ha tocado de la andante caballería’. Acertará al no atribuir a sus merecimientos la merced del gobierno, y pondrá los ojos en quien es, a fin de conocerse a sí mismo, conocimiento el más difícil que puede imaginarse. Del conocerse, saldrá el no hincharse como la rana, que por igualarse con el buey, acabó reventada.
Paliará dificultades y riesgos de su cargo con una blanda suavidad guiada por la prudencia. Desde su origen escuderil, prescindirá de la envidia de príncipes y señores, pues la virtud se adquiere y vale por sí sola lo que nobleza de origen no vale.
Al juzgar, sus dictámenes han de basarse en lo que las leyes disponen y no en los conceptos que forma el juez por sí, con la ley del encaje que no atiende razones. Para que en sus juicios tenga lugar la equidad, actuará con rigor y compasión. El peso de la dádiva no doblará la autoridad de la justicia. Si como gobernador ha de juzgar un pleito de su enemigo, pondrá su mente en la verdad del caso, no en su propio rencor. Y si una mujer hermosa viniera a pedir justicia, ha de considerar despacio la sustancia de lo que ella pide, sin dejarse gobernar por las lágrimas de la bella, ni por pasión ni efusión ninguna.
No ha de tratar mal con palabras a quien ha de castigar con las obras, pues al castigo, aunque merecido, no han de añadirse las malas razones. El gobernador Sancho ha de tomar en cuenta que el culpado es un ser sujeto a las condiciones de nuestra común naturaleza humana y, más que afanoso y justiciero, ha de mostrarse piadoso y clemente, pues siempre resplandece más la misericordia que la justicia .
Don Quijote concluye: “Si estos preceptos sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad, indecible… y en los últimos pasos de la vida te alcanzará la muerte en vejez suave y madura”… Estas instrucciones han de adornar el alma del gobernador, que hay otras que servirán para adorno del cuerpo, aunque no quepan aquí… Otra vez será, que para lo bueno y sabio, siempre ha de haber espacio y tiempo.