Debo pronunciarme como afiliado al IESS que soy. Como articulista de opinión de este Diario me he impuesto la obligación de no quedarme callado pese a quien pese.
Cuando se anuncia, con razones, el colapso del IESS en un futuro cercano, considero que sería la prueba fehaciente de que el nuestro es un país subdesarrollado en el que no tienen cabida las previsiones, los cálculos actuariales, peor la certeza de que lo mejor es lo posible, lo que se puede hacer hoy y bien, pensando en el futuro. Qué pocos los ecuatorianos que al igual que el Ing. J. Rubén Orellana, Actuario del IESS por los años cincuentas del siglo pasado, bien preparados y responsables, han sabido imponer criterios técnicos pese a todas las presiones. Del Ing. Orellana recuerdo esta opinión: “Al paso que vamos en 50 años los trabajadores serán los dueños de la riqueza del país. Habremos llegado a la justicia social”. Por aquel entonces no había programa de prestación de servicios que no estuviera financiada para el hoy y para mañana, a tiempo que el número de afiliados crecía de manera sostenida, y no a saltos y a brincos.
Han transcurrido 50 años y lo que se ha denunciado es que los cálculos actuariales del IESS llegan al 2010 y que el déficit era ya de USD 7 mil 700 millones (seguro de invalides, vejez y muerte, y fondos de salud individual y familiar). En estos tres últimos años el déficit debió incrementarse, comenzando porque son 8 millones los usuarios entre afiliados y beneficiarios a los cuales se agregarán los afiliados voluntarios de todas las edades y sin informe médico, no menos de un millón más.
¿Un IESS obeso a punto de colapsar de un paro financiero? De no ser por políticas clientelares, ¿cómo explicar tal final? ¿Es que quienes dirigieron los destinos del IESS no tuvieron temor de Dios ni del diablo? ¿El Estado en auxilio del IESS? Miopía mayúscula en momentos en que se avizora la caída de los precios del petróleo, se requerirán años para que en el mejor de los casos la asfixia la podamos soportar con los recursos provenientes de la minería a gran escala, las grandes centrales hidroeléctricas entren en funcionamiento y los productos ecuatorianos lleguen a un valor agregado competitivo como resultado del desarrollo de nuestro talento en programas como el que contempla la Ciudad del Conocimiento (Yachay).
Que el presidente Correa no puede estar en todo, desde luego. Debería, eso sí, contratar los servicios de Mauro Andino, especialista en Derecho Penal, con la tarea de elaborar un cuerpo de leyes que tipifiquen la mala práctica en el ejercicio de la gestión pública. Decisiones, por ejemplo, que ocasionen desastres sociales y que por hoy no les quita el sueño a sus protagonistas, los hechores digamos, y más bien esperan ser reciclados en premio a sus hazañas. Desastre anunciado lo del IESS.