Cuando el humor de una caricatura es objeto de castigo, evocamos hechos del cercano pasado que, con la tendencia actual habrían ocasionado duras sanciones con la Ley de Comunicación. A saber: 1. Falleció en provincia un caballero apreciado en la redacción de este Diario. Ante el aviso telegráfico publicamos una noticia incluyendo fotografía del “muerto”. A la tarde de ese mismo día, nos visitó y de la amplia aclaración y hasta protesta, quedó para recuerdo esta frase: “Si me hubiera muerto, por qué les negaría”. ¡El fallecido había sido un homónimo! 2. El autor de esta nota, fatigado por exceso de trabajo, ingresó en una clínica de Quito “para descansar”, pero recibió decenas de visitas; y en la noche del segundo día acudió un sacerdote, crucifijo en mano, para indicar que “era tiempo de arreglar las cosas con Dios”. Aduje que estaba allí no por enfermo, sino por descanso. En la madrugada ingresaron dos enfermeros, con camilla. Ante la sorpresa me incorporé y uno de ellos preguntó: ¿No es usted el muerto? ¡El decesado había sido el de la pieza contigua! 3. Últimas Noticias emprendió campaña en contra del carnaval con agua y harinas.
Un día martes cuando una familia pasaba bajo el balcón de una casa en la calle Luis Felipe Borja, tres mujeres jóvenes, al vaciar los cubos, perdieron el equilibrio y cayeron a la calle. Por error, la noticia tuvo este titular: Tres chicas cayeron a la “vida pública”.
Estos ejemplos, ocurren en el sector de los gobernados, no en la alta esfera. El cinco veces presidente de la República, doctor Velasco Ibarra tuvo la gentileza de invitar a los periodistas a un almuerzo en el Palacio de Carondelet.
Severo, formal, escuchó anécdotas cuyo protagonista era un Presidente europeo, pero la malicia era evidente. Una: el Presidente había recibido denuncias de maltrato grave a los pacientes de un hospital psiquiátrico. Acudió de improviso y al cruzar la primera puerta encontró a uno a quien preguntó su nombre. “Adolfo Hitler”, respondió. Qué bien -arguyó el visitante- yo soy el Presidente de la República. Hasta ahí llegó, pues el administrador le advirtió: por favor no repita eso aquí, porque si uno de los asilados grita viva el señor Presidente, lo castigan bañándole en agua helada. (El severo Presidente, reía).
A la luz del estado actual de la “democracia”, si antaño hubiese habido Ley de Comunicación y Súper de Información, olvidando que los errores ocurren hasta en las mejores familias, obligarían a cerrar las llaves del buen humor si se atreve con los de la alta esfera.
¡La sal quiteña quedaría prohibida! Igual que en el hospital psiquiátrico, antaño hubiesen sancionado a periódicos, estaciones de TV y radio por sus programas humorísticos.
Los “cachistas” de “La hora sabrosa” habrían muerto con pulmonía, por tanto baño en agua helada.