Déjà Vudú

Project Syndicate

Después de haber fracasado en la “substitución y derogación” de la Ley de Asistencia Asequible de 2010 (“Obamacare”), la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, y la mayoría republicana del Congreso se dirigen hacia la reforma tributaria. Ocho meses después de asumir el cargo, sólo han sido capaces de ofrecer un esbozo de lo que tiene en mente. No obstante es suficiente para sentir una profunda sensación de alarma. La política fiscal debe reflejar los valores de un país y abordar sus problemas. Hoy en día, Estados Unidos – y gran parte del mundo – se enfrentan a cuatro problemas centrales: el ensanchamiento de la desigualdad de ingresos, la creciente inseguridad laboral, el cambio climático y el crecimiento anémico de la productividad. EE.UU. enfrenta, además, la necesidad de reconstruir su infraestructura que está en deterioro y fortalecer su sistema de educación primaria y secundaria que se ubica por debajo del esperado.

Sin embargo, lo que Trump y los republicanos están ofreciendo en respuesta a estos desafíos es un plan tributario que proporciona una abrumadora porción de los beneficios no a la clase media – una gran proporción de cuyos miembros, en los hechos, puede que pague más impuestos – sino que los proporciona a los millonarios y multimillonarios. Si anteriormente la desigualdad constituía un problema, la promulgación de la reforma fiscal propuesta hará que el problema empeore.

Las corporaciones y empresas estarán entre los grandes beneficiarios, un sesgo que se justifica con la fundamentación que asevera que esto estimulará la economía. Pero los republicanos deberían comprender que los incentivos son importantes: por lo que sería mucho mejor reducir los impuestos para aquellas compañías que inviertan en EE.UU. y creen empleos, e incrementar dichos impuestos para aquellas que no lo hagan. Al fin y al cabo, no se está en una situación en la que las grandes corporaciones de Estados Unidos se encuentran hambrientas por dinero en efectivo; ellas están sentadas sobre una silla que contiene un par de millones de millones de dólares. Y, la falta de inversión no se debe a que las ganancias, ya sea las ganancias antes o después de impuestos, sean demasiado bajas; las ganancias corporativas después de impuestos como una proporción del PIB casi se han triplicado durante los últimos 30 años.

De hecho, debido a que la inversión incremental es financiada en gran medida por deuda, y los pagos de intereses son deducibles de impuestos, el impuesto corporativo reduce el costo de capital y los retornos de la inversión proporcionalmente. Por lo tanto, ni la teoría ni la evidencia sugieren que la ganga propuesta por los republicanos con respecto a los impuestos corporativos irá a incrementa la inversión o el empleo.

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