Las elecciones del pasado domingo, a diferencia de otras ocasiones, han tenido un componente de sorpresa: la diferencia entre el oficialismo y la oposición ha sido realmente apretada.
Si se mantienen los resultados proclamados por el Consejo Nacional Electoral, la distancia entre Nicolás Maduro y Henrique Capriles sería de apenas 1,56%. Aproximadamente 300 000 votos en un universo de 18,9 millones de votantes.
Si en las elecciones de octubre del 2012 Hugo Chávez venció a Capriles con una diferencia de 10%, ahora las cosas han sido distintas: el candidato de la oposición arrebató a Maduro cerca de 700 000 votos cautivos. Pese a mantenerse en estos comicios el mismo nivel de participación electoral que en octubre pasado, el cual ha estado en el orden del 79%, se aprecia un franco declive del chavismo en Venezuela.
Esto significa que el liderazgo de Capriles y de la oposición se ha reforzado, pero también que el descontento de la población con el manejo del país empieza a sentirse.
No es para menos. Venezuela, pese a ser el primer productor de petróleo de Sudamérica y el quinto a escala mundial, atraviesa por una situación calamitosa en el ámbito económico e incluso social.
La inflación es la más alta de la región (20,1% en el 2012). La escasez de alimentos de primera necesidad como carne, arroz, azúcar y café ronda en el 20%. Tiene una deuda pública que alcanza los 200 000 millones de dólares, sin contar las obligaciones contraídas con China por la venta anticipada de petróleo. 70% de todo lo que se consume en Venezuela es importado, lo que nos lleva a considerar que el aparato productivo está destrozado. A esto se añade el golpe que ha representado para la economía popular las dos recientes devaluaciones de la moneda.
Pese a que el chavismo se ha jactado de tener una inversión social considerable, los índices de inseguridad y homicidios son uno de los más altos de América Latina y el mundo. Ha rebasado incluso los niveles de México y Colombia. La violencia en Venezuela cobró el año pasado 21 692 personas.
En consecuencia, tanto el modelo económico como social aplicado en Venezuela muestra ahora sus debilidades. No funcionó en su totalidad la estrategia de endosar los votos de Chávez a Maduro.
Si analizamos más ampliamente los resultados de las votaciones, todo hace prever que estamos ante el declive del chavismo. Si a la final el oficialismo, a través del Consejo Nacional Electoral, logra imponer los resultados, lo que tendrá que enfrentar Maduro es realmente difícil. El colapso de la economía. La creciente violencia e inseguridad ciudadana. La polarización ideológica y la inminente confrontación política que se inaugura con el cuestionamiento de los resultados electorales. Veamos qué sucede en el transcurso de los próximos días.