La década ganada

Cuando empieza un nuevo gobierno, los electores sabemos que tenemos que soportar la cantaleta de la herencia que ha dejado el gobierno anterior. Pero nunca hemos tenido que soportar esa cantaleta cuando el gobierno termina. Sorprendió que el mensaje del 24 de mayo ante la Asamblea Nacional estuviera dedicado en un 50% a hablar de los gobiernos anteriores y sus acciones, incluyendo la “sucretización” que ocurrió hace más de 30 años.

El Presidente de la República es un polemista y no puede, al parecer, hablar de algo sino contra alguien. Se esperaba que hiciera un balance del año, pero decidió hacer el balance de la década para darle un tono de despedida y de proyección histórica comparando su gobierno con las administraciones anteriores.

Podía esperarse un informe que tuviera el tono académico de un economista; habría sido comprensible que se defienda de las críticas a su gestión, y podía haber argumentado que los gobiernos anteriores fueron peores que el suyo; todo eso sin necesidad de apelar a calificativos como incompetentes, infames, cínicos, vulgares, deshonestos, pícaros.

El discurso de la revolución ciudadana siempre fue áspero, maniqueo, agreste y pendenciero como corresponde a un populismo que tiene conexiones con el chavismo y con Maduro.

La fórmula de inventar enemigos a quienes echar la culpa de los errores propios, sirve también para mantener la unidad y para hacer sentir a los fieles que son diferentes de los herejes de la política. El enemigo, así concebido, no tiene nombre, es cualquiera que se declare adversario. Esa generalización fabrica un prototipo que carga con todos los vicios y culpas.

Cualquier ciudadano que piense diferente forma parte de “los de siempre” y, por tanto, es cómplice del feriado bancario, de las penurias de los migrantes, de la explotación de los trabajadores, de la evasión de impuestos. Cuando se descubre en las filas de los leales un tragacheques, un falsificador o un nuevo rico, enseguida es expulsado de la cofradía y pasa a formar parte de la malvada oposición.

Sorprende que empezaran a calificar al gobierno de la revolución como la “década ganada” porque es el calificativo que le dio Cristina Kirchner a la era populista argentina que ahora patalea en los tribunales para librarse de los cargos de corrupción. La década ganada sugiere también la idea de que ya no tiene esperanza de ir más allá, que concluyó el ciclo.

Los precandidatos de Alianza País deben haber pensado que no es buen augurio empezar su campaña con despedidas tempranas y evaluaciones de ciclos concluidos; se pondrán a pensar si no será hora de ofrecer algo nuevo y fresco en vez de la continuidad de la revolución.
Diez años de beligerancia contra los medios, la empresa privada, los partidos políticos, las organizaciones sociales; acaso sean suficientes.

lecheverria@elcomercio.org​

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