Debate mundial

La historia económica deja lecciones claras. En el siglo pasado el mundo cambió muchas reglas de juego. Modificó el sistema. Para ello, eliminó aquella que aseguraba el valor de la moneda: el Patrón Oro. De este modo los gobiernos adquirieron un poderoso instrumento al asumir la responsabilidad de emitir y regular el manejo del dinero. El mundo se transformó. Se abrieron múltiples formas de hacerlo y los resultados no siempre fueron los mejores. Las crisis estuvieron presentes durante largos períodos con secuelas que propiciaron el nacimiento de algunos principios que el tiempo ha confirmado su validez. Hoy, irónicamente, la mayoría de los países emergentes los aplican y son ejemplo de estabilidad y confianza.

Antes, apenas dos décadas atrás, cuando el mundo no disponía de sistemas electrónicos tan avanzados y sofisticados como los actuales para mover el dinero sin pedir permiso a nadie, los gobiernos controlaban los movimientos de capital con bastante seguridad. De ahí que las crisis se evidenciaban y tenían su canal de desfogue -y control simultáneo- en el déficit fiscal que a la corta o a la larga maniataba los gobiernos o explotaba poniendo en aprieto los tipos de cambio.

Pues bien, eso es historia. La tecnología rompió las barreras creadas y, cuando se cuestiona la confianza-nueva variable económica que aparece con la libertad mundial de trasladar el dinero-, sea por malos manejos fiscales o problemas de balanza de pagos, los dolores de cabeza asoman en los sistemas financieros. Por ahí escapan las presiones, se profundizan los sinsabores. Para evitarlos hay que asegurar mayores niveles de capitalización financiera, combinado con mejores controles del riesgo.

Este cambio de paradigmas funcionales de la organización económica todavía no es comprendido. Con el paso del tiempo en algunos países ricos, la fragilidad de la memoria combinada con la prepotencia de la riqueza dio paso a la creencia de vivir una condición privilegiada que los volvía inmunes a los avatares de los ciclos económicos. Desafiaron esas reglas a pesar de imponerles a sociedades carentes de capitales propios o de monedas aceptadas en los mercados internacionales.

Por ello, la crisis actual es un evento que le recuerda al mundo la existencia de normas y principios que deben cuidarse. Y eso duele. Primero por el orgullo afectado y segundo por la pérdida de un nivel de bienestar que no es ni era real, peor sostenible. Se lo alcanzó desafiando las reglas que cultivan la convivencia armónica entre todas las partes de las sociedades.

Los bretes son oportunidades para mejorar el entendimiento del mundo, sus interacciones, compromisos y reglas. Son el caldo de cultivo para el debate mundial que apasiona por las tesis que exhibe e intereses que contrapone.

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