El vicepresidente Jorge Glas entró de lleno al mundo mediático con su intervención en las sabatinas presidenciales, y con ello terminó por romper el paradigma del papel de los segundos mandatarios en la última etapa democrática. No solo respecto de Lenin Moreno -quien se abanderó del tema de las capacidades especiales y puso distancia con el estilo demoledor del Presidente- sino del resto.
La pregunta es si detrás de esa voluntad de imponerse un libreto a imagen y semejanza de Rafael Correa hay solo una decisión personal, o si el propósito es construir un alter ego del Presidente y una alternativa de continuidad para el 2017.
Glas es un vicepresidente atípico si se toma en cuenta la historia reciente. Su poder, en función de los sectores de la economía real que maneja, es incluso mayor que el de Alberto Dahik, figura decisiva en el gobierno de Sixto Durán Ballén.
Nunca se sabrá si el carismático y enérgico líder conservador pudo haber sido una figura presidencial, pues tuvo que salir del país acusado de mal manejo de gastos reservados y perseguido por el socialcristianismo por haber escalado muy rápido y sin la aquiescencia del padrino. Lo que sí se sabe es que tenía la fuerza suficiente para llegar a la Presidencia, con el apoyo o a pesar del Presidente, mientras en el caso de Glas se trataría de una figura escogida por el Presidente, como lo han sido la mayoría de personajes políticos.El resto de vicepresidentes de la etapa inaugurada en 1979 tuvo un papel distinto. Osvaldo Hurtado se convirtió en presidente por la muerte de Jaime Roldós Aguilera en 1981. Blasco Peñaherrera mantuvo un pulseo con León Febres Cordero. Y los segundos mandatarios de una etapa muy inestable, desde la caída de Abdalá Bucaram en febrero del 1997 hasta la llegada de Correa en 2006, jugaron un papel de presidentes de repuesto.
Gustavo Noboa y Alfredo Palacio llegaron a Carondelet tras la caída de Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez, respectivamente. A Rosalía Arteaga le fue negada la sucesión con un bien montado subterfugio legislativo. En los tres casos, los militares cumplieron un papel de dirimencia.
El escenario hoy es muy distinto. Moreno se encargó de cambiar esa perspectiva al darle contenido propio al cargo, algo que puede resultar molesto en un esquema político personalista y concentrador. Glas es el depositario de una gran parcela del poder por decisión del presidente y no por procesos internos de Alianza País. Le puede ayudar a Correa a descansar en este nuevo periodo, y qué mejor si puede convertirse en su otro yo político. Tiene la energía suficiente, es asertivo y comparte una serie de valores y vivencias con el Presidente. Pero una cosa es ser el gran elector de autoridades seccionales y legislativas, y otra forjar un presidenciable.