Idéntica doctrina, estilos diferentes. Así conocemos a los papas, de manera fehaciente, uno más que otro, a los seis últimos, con quienes Dios nos permitió coincidencia de época: Juan XXIII, Paulo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y, ahora, el pontífice Francisco. Sí, cada uno con sus características peculiares como personas y también como vicarios de Cristo; sin embargo de su naturaleza humana, lo que tocaron, se hace tangible, fue imbuido por el Espíritu Santo. El vertiginoso avance de la tecnología en las comunicaciones nos ha traído, aún más cercana, la relación con los pontífices; gracias a ello parece que ahora sabemos mucho más de Jorge Mario Bergoglio que de otros familiares próximos.
Sorprende ver cómo todos los medios de comunicación han desplegado videos, imágenes, editoriales, noticias, comentarios y sucesos acerca del nuevo Papa. Así nos llegó, desde Roma, en tiempo real, la homilía de Francisco en la misa de su entronización. Sin embargo de la brevedad de sus palabras, fueron expresadas de forma sencilla, con hondura admirable, con gran mensaje teológico y doctrinal que dan pábulo a un detenido análisis, que se lo dejamos a los versados; hoy, tan solo, queremos resaltar un imperioso llamado que nos hizo Francisco en su homilía, no solo a los cristianos, a todo ser humano que habita el planeta: ser custodios de la creación.
El nombre que adopta nuestro actual papa, “Francisco”, por San Francisco de Asís, canonizado el 16 de julio de 1228, por el papa Gregorio IX, rememora una vida colmada de virtudes heroicas de ese “santo patrono de la ecología”, quien reveló una temprana concepción, clamorosa por cierto, del indispensable equilibrio entre la naturaleza y el ser humano; fue precursor de la hoy llamada “ecología”, concepto en el que se nos adelantó con ocho siglos y que lo plasmó en su labor poética “Canto al Hermano Sol”, obra exaltada por Dante Alighieri, como una de las realizaciones más importantes de la literatura italiana; más allá de constituirse en una joya literaria, nos dejó el legado de glorificar al Señor, con el respeto a la vida, a la naturaleza, a través de Su creación.
“Cuando no nos preocupamos por la creación y por los hermanos, entonces gana terreno la destrucción y el corazón se queda árido”, así nos dice Francisco en su homilía; porque conoce la desidia, la irresponsabilidad con la que los seres humanos arremetemos contra natura; irónicamente hablamos de “sostenibilidad” cuando, sin misericordia, depredamos los recursos naturales, cuando insólitas corrientes atentan contra la vida, pretendiendo arrancar la existencia a seres indefensos, a esos que no tienen derechos, bajo el sofisma de defender los “derechos de la mujer”; o aquellos que aparentan no percatarse de que solo un óvulo y un espermatozoide originan una vida, que hombre y mujer, y no seres de un mismo sexo, permiten que la humanidad perdure.