La Casa de la Cultura Benjamín Carrión, cuya creación suscribió, fue el escenario de la conmemoración del centenario de su nacimiento.
Pedro Jorge Vera tal vez no hubiera imaginado, desde su terrenal sencillez, un homenaje semejante. Cuentan, los que lo vivieron la semana pasada en uno de los auditorios de la Casa, que el encuentro fue sentido. Los tertulianos que participaron en el foro fueron Raúl Pérez Torres, presidente de la Casa de la Cultura; Abdón Ubidia y Galo Mora Witt.
La ocasión fue propicia para lanzamientos: La Casa reeditó su novela ‘Los animales puros’ en una colección que se llama Esenciales. Miguel Mora, casado con Silvia, hija de Pedro Jorge, es el editor de un libro de lujo que titula ‘100 años de un animal puro’, compilado para la fecha y que contiene material literario y gráfico invalorable.
Galo Mora presentó el libro ‘Conversaciones’, una serie de largas entrevistas que reflejan, en lenguaje coloquial, ideas, pensamientos, anécdotas de Pedro Jorge, cuya presentación tiene el acierto de ser fiel al tono de la palabra del escritor guayaquileño.
Refiere el libro que el escritor nació el año de la Primera Guerra. Habla de sus amigos, un puñado selecto de la intelectualidad y la política que acuñó Pedro Jorge Vera. Cuenta su fiel militancia de izquierda, pero sin carné (expulsado tempranamente del partido) pero siempre identificado con las ideas que alumbraron las revoluciones del siglo XX. Admirador de la Revolución Rusa, de la Revolución Cubana, amigo de políticos revolucionarios y de escritores comprometidos, Pedro Jorge vivió y murió como pensó. Las revoluciones y los procesos de izquierda en el poder acusaron los grandes sacudones por mayo del 68 o la caída del Muro de Berlín y la Perestroika.
Pedro Jorge Vera fue escritor de novelas, ensayos, poesía y teatro. Fue columnista de opinión, profesor universitario y formador de periodistas. Raúl Pérez recordaba que en la Escuela de Ciencias de la Información, de la Universidad Central, donde él estudió periodismo, Pedro Jorge fue reconocido profesor, lo mismo que Blasco Peñaherrera, Rodrigo Borja y Jaime Galarza.
A la hora de recordarlo, cabe apuntar que siempre fue abierto a dar entrevistas en Radio Quito. Hablamos muchas veces de política, del presidente Velasco Ibarra, cuyo poder conoció de cerca en la ‘Gloriosa’ y hasta dedicó una de las novelas: ‘El Pueblo soy Yo’; de las reediciones de sus obras y, naturalmente de la agitada política latinoamericana y los cambios planetarios.
Lo mismo acudía a los estudios de la radio, atendía llamadas urgentes para pulsar su pensamiento en reacción o abría sus puertas del departamento en el barrio La Mariscal, para darse al diálogo en el cálido entorno de una pared tapizada de cuadros de pintores contemporáneos y fotos con los políticos, referentes de la izquierda.
A 100 años de su nacimiento y 15 de su muerte, su voz, su amplia sonrisa, su aguda ironía y su punzante comentario siguen vivos. Un homenaje indispensable.