¡Cuidemos a Mafalda!

No nos preocupemos tanto de Bonil, Roque, Pancho y otros desalmados que irritan al poder. Para eso está la inquisición que se instauró con la expedición de la Ley de Comunicación, la integración del Consejo de Regulación y el alumbramiento por cesárea de la Superintendencia de Comunicación.

Utilizando el método comparativo es válido repasar el caso que se produjo en una sociedad parecida a la nuestra por la sísmica del poder y los recursos de la ironía y el sarcasmo desarrollado en la pluma de un caricaturista. Se trata del caso de Mafalda del argentino Quino que fue, y es, de las reservas de humor político del planeta.

Por eso, al paso que vamos es necesario tener la precaución de poner a buen recaudo los ejemplares de la célebre niña y evitar que los pocos ejemplares que quedan sean requisados por la vía de allanamiento domiciliario o la penalización de su tenencia o divulgación por algunos contenidos que produzcan sonrisas burlonas, más que risas o carcajadas.

Era un humor simple, llano, doméstico pero abundante en una perspicacia muy aguda que se expresaba por un dibujo tranquilo. Con gran naturalidad era apreciada por el pueblo y el mundo. En lo más mínimo era de gusto del poder. Sus reflexiones se manifestaban en una escala universal y el país de origen no era ajeno a ese contexto.

Nuestros caricaturistas no tienen una suerte similar. El poder amenaza con embestirlos con todo hasta que abdiquen y se retiren. Sin embargo, como todo en política no hay que confundir el empaque con el contenido. Del balance de los años revolucionarios que transcurren el problema no es directamente contra ellos o los columnistas perversos que siguen escribiendo.

Ellos son simplemente un atajo novedoso y productivo para atacar la propiedad de los medios independientes. En estos entornos la evidencia configura a los hechos que se van acumulando. Salvo expresiones la información diaria es controlada incurriendo en la autocensura constituyéndose en un triunfo magistral del régimen; sin embargo, el pincel del humor o la pluma del columnista no han sufrido las mismas restricciones.

Por ese motivo la estrategia bélica varió el rumbo y atacará al pincel y a la pluma; ya empezó, pero como dice uno de sus refranes interpretándolo al revés. "Hasta la victoria siempre...". Aunque por experiencia y esperanza las nubes, las sombras y las pesadillas rendirán culto a la evolución histórica y pasaran, las pruebas a la resistencia son inmediatas y severas.

En esas condiciones no sería mejor adelantarse a los hechos y repetir con la inefable Mafalda: "No sería más progresista preguntar ¿dónde vamos a seguir?, en vez de ¿dónde vamos a parar?". No es fácil entender a la complicada niña, por eso se impone una lectura pausada y una elemental lucidez frente a los hechos que suceden y que hasta el momento consiguen desorientar y muchas veces atemorizar.

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