Cuenca se pone cada vez mas bella. Es cierto; la ciudad tiene un crecimiento bastante armónico en ciertas zonas y ofrece experiencias culinarias u hoteleras muy atractivas para propios y ajenos. Sin embargo, ha entrado en una especie de letargo cultural. Hago referencia en primer lugar a cómo se va introduciendo la arquitectura moderna en espacios muy sensibles como la av. Solano, emblemática vía que unió el Centro Histórico con la zona de expansión a principios del siglo XX: El Ejido. Mala arquitectura, abigarrada, sin consideración alguna a sus habitantes ni al espacio en el que se ubica; negocios de automóviles o de computadoras, mercadillos temporales, empiezan a poblarla. En el mismo centro, en Cristo Rey, otra edificación elimina la visibilidad y destruye la unidad del tradicional barrio. No importa qué y dónde se construya, la burbuja inmobiliaria sigue campante y rapaz. La ciudad parece estar desprotegida.
Cuenca guarda extraordinarios tesoros al interior de sus museos y casas que no se visibilizan, que no cuentan historias, ni ayudan a generar nuevos y fructíferos diálogos. Las colecciones precolombinas de dos instituciones educativas duermen el sueño de los justos, la del Colegio Benigno Malo y la de la Universidad de Cuenca que permanece inerte al costado de la imprenta.
No la conocen ni sus propios docentes. La Casa de los Arcos, extraordinaria construcción que se descuelga en el Barranco, símbolo de pujanza de la época del sombrero de paja toquilla, de la misma universidad, permanece casi siempre vacía. El colonial Museo de las Conceptas continúa con los mismos guiones de hace casi 30 años, no se han incorporado los nuevos discursos sobre género y religiosidad. Lo mismo sucede con el Museo de Arte Moderno, sin director nombrado por meses, no ha capitalizado 30 años de experiencia Bienal. Tiros al aire, una que otra exposición que no avizora un proyecto a largo plazo. La misma Bienal no se consolida por falta de identidad que la posicione a escala mundial.
Las artesanías siguen su camino de aletargamiento, presentes en ferias donde la innovación es solo un deseo. Ninguna institución triangula diseño, arte y artesanía con solvencia y en un digno proceso de descolonización que elimine los bordes, las separaciones originadas en diferencias económicas y sociales. Debido a la falta de decisión de los políticos, el Museo de Ciudad, el Remigio Crespo Toral, con una colección extraordinaria de objetos, sigue siendo un proyecto que no termina de cuajar. El Jardín Botánico, otro que no arranca en la capital de orquídeas y bromelias. Y decenas de ejemplos más. La carta de presentación de Cuenca debe ser su accionar cultural, que la dinamice, que la muestre contemporánea, contestaría y vital. Muchas instituciones y gestores son responsables de ello .