Hasta hace unos años, Cúcuta era simplemente el nombre casi musical de una ciudad del noreste de Colombia. Hoy es un sinónimo, en varios aspectos, de la infinita capacidad destructiva de los gobiernos de Chávez y Maduro. Pero evidentemente nuestra canciller no tiene claras todas las implicaciones de ese nombre.
Esa ciudad, que queda en la frontera entre Colombia y Venezuela, fue también donde se redactó la Constitución de Cúcuta, la que creó la Gran Colombia y (según los limitados conocimientos de este editorialista) la primera que rigió en la totalidad del territorio del actual Ecuador.
Luego, hacia el año 2009, esa misma ciudad se convirtió en un sinónimo de las distorsiones económicas que vivía Venezuela por la aparición del concepto del “dólar Cúcuta”, que es el mejor indicador del tipo de cambio del bolívar venezolano. Al estar en la frontera entre los dos países, pero al lado en el que sí se puede cambiar dólares por bolívares libremente, el dólar Cúcuta pasó de menos de 8 bolívares (fuertes) a mediados del 2010, a más de 230.000 bolívares el viernes pasado.
El calificativo de bolívares fuertes apareció luego de que el gobierno de Chávez cambiara la divisa quitándole tres ceros a la vieja moneda. En otras palabras, en la actualidad se necesitaría 230’000.000 de bolívares viejos para comprar un dólar (doscientos treinta millones) lo cual es completamente ridículo, si se considera que en una fecha relativamente reciente como el año 1999, el dólar en Venezuela se cotizaba en menos de 500 bolívares.
Pero hoy la connotación de la palabra Cúcuta va mucho más allá de la cotización de una moneda, porque ahora el cruce fronterizo se ha convertido en principal punto se salida de los venezolanos hacia Colombia y hacia los países que quedamos más al sur.
Y es ahí donde ocurren las escenas dramáticas de ríos de gente caminando hacia Colombia en la desesperación de conseguir los alimentos o las medicinas que simplemente no existen el un país, teóricamente, tan rico como Venezuela.
Porque, en teoría, Venezuela es un país extremadamente rico al contar con las mayores reservas petroleras del mundo, además de importantes yacimientos mineros de oro, bauxita y hierro.
Las reservas petroleras venezolanas, las más grandes del mundo, son de unos 304 mil millones de barriles, pero es uno de los pocos países donde la producción cae fuertemente y en enero de este año produjeron la mitad de lo que producían en 2005.
Las imágenes que nos llegan desde Cúcuta son la muestra más evidente del desastre económico de un país cuyo gobierno ha sido incapaz de administrar la inmensa riqueza de la que dispone y ha condenado a su país a retroceder décadas. Y en Cúcuta eso es especialmente evidente.
@VicenteAlbornoz