Cuba intenta mantener a flote su economía en un contexto de incertidumbre por la honda crisis de Venezuela, el recrudecimiento del embargo estadounidense y dificultades financieras, aunque expertos señalan que hay recursos para elevar el ritmo de su bajo crecimiento.
Tras un decrecimiento de 0,9 por ciento en 2016, el producto interno bruto (PIB) aumentó en 1,1 por ciento durante el primer semestre de este año, fundamentalmente gracias a buenos desempeños del turismo, construcción, transporte y comunicaciones, además del sector de la caña de azúcar.
El incremento fue interpretado como señal positiva y alentadora, pero su nivel resulta insuficiente y sin impacto en el nivel de vida de la población cubana, que se queja del bajo poder adquisitivo de sus salarios, altos precios de la canasta alimentaria, desabastecimiento inclusive de medicamentos y transporte público ineficiente.
El comportamiento positivo del PIB representa “un paso en avance” respecto a su caída del año pasado, pero el “escenario para el segundo semestre sigue siendo complicado, para nada está segura aún la salida definitiva de la recesión”, advirtió el economista cubano Pavel Vidal, profesor de la Universidad Javeriana, en la universidad colombiana de Cali. Ese panorama podría tornarse más difícil, ante la eventual profundización de la crisis en Venezuela, el principal socio económico y comercial de Cuba, así como el recrudecimiento del embargo de Estados Unidos y una merma considerable de los viajes desde ese país, entre otras medidas anunciadas por Washington para entrar en vigor desde septiembre.
“La dinámica del sector de la construcción, el turismo y la evolución de los vínculos con Venezuela van a ser claves para el resultado del año”, indicó Vidal. El anunciado aumento de las restricciones a viajeros estadounidenses amenazan la aspiración de superar con creces los cuatro millones de visitantes en 2017.