Quienes siguieron con atención las repercusiones en medios y redes sociales del acto de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso argentino, se encontraron con cierta mirada –un tanto absurda y a destiempo por estos días- que puso el foco en deslegitimar el gobierno de Mauricio Macri en función de la escasa movilización popular evidenciada durante la jornada.
Lo primero que podríamos decirle a algún dirigente de Cambiemos -al que pudieron haberle entrado las balas de la provocación “ciber k” y que pudiera estar preocupado por el síndrome futbolero de la tribuna vacía- es recordarle que en el marco de los sistemas democráticos representativos -como el nuestro-, quien obtiene la mayoría en las urnas y por ende ostenta la legitimidad electoral, ejerce la “representación” del conjunto de la sociedad, independientemente de cuanta gente lleve el domingo, siguiendo con la metáfora del aguante futbolero.
Queda claro entonces que el reconocimiento de esta legitimidad electoral, indiscutible por cierto, si bien no desconoce en absoluto el viejo juego político entre “gobierno” y “oposición” muy saludable para la vida política, no puede perder valor por el tamaño de su hinchada.
Cada demostración tribunera vuelve más fuerte y legítima la supuesta tibieza del aguante macrista. “No llenaste la plaza” (que poco dista en la jerga del aguante –que tanto ha estudiado Pablo Alabarces, autor del libro “Crónicas del aguante”.
De lo que sí podrían tomar nota es que en todo proceso discursivo, la identidad es una construcción simbólica que se conforma en la interacción de tres actores básicos: los protagonistas, los antagonistas y las audiencias. Está claro que desde la descalificación y el agravio no se le moverá un pelo a Mauricio, pero Cambiemos necesita seguir construyendo una identidad propia que vaya más allá de poner todo en modo no cristinismo. Esa identidad que le permita demostrar que puede ganar el partido –gobernar- (aun con hinchada de equipo chico) frente a la provocación que le hacen desde la vereda de enfrente.
El discurso de Macri ante la Asamblea Legislativa parece empezar a recorrer ese camino, incorporando la construcción de imaginarios simbólicos que buscan dar sentido a su proyecto político, en contraposición a la “herencia” recibida. El ex presidente de Boca ya había alcanzado un primer logro en materia de construcción identitaria y política en su camino a la presidencia. Muchas veces subestimado, pudo constituirse en el líder de una fuerza superadora que alcanzó volumen propio y la territorialidad y diversidad suficientes para destronar al peronismo. Macri se quedó con la transversalidad que el kirchnerismo de Néstor supo construir.