Desdela denuncia de la pobreza urbana que contenían las películas de Charles Chaplin, el cine siempre se ha convertido en un termómetro de la sociedad.
Muchas veces, el cine y la literatura nos han dado una visión de la realidad más clara que la de los políticos, cuya visión suele estar nublada por intereses particulares.
En estos tiempos, la crisis del capitalismo ha sido retratada desde su interior por una corriente consciente del cine estadounidense, que se ha convertido en crítica de la crisis, la cual no es solamente económica.
Ante todo, es una crisis de valores. El periódico inglés The Guardian publicó recientemente un artículo recordando ciertos filmes con este tono.
La falta de escrúpulos es el tema de la comedia de 1983, ‘De mendigo a millonario’ (Trading Places). Allí se ve cómo dos hermanos millonarios no solo juegan con la bolsa de valores y con la vida de dos jóvenes de diverso origen, sino cómo estos especuladores estafan a la sociedad y al Estado.
Aunque no lo crean, ‘Mary Poppins’ (1964) es además de un clásico infantil, una denuncia contra el capitalismo divorciado de la sociedad.
El banquero aconseja a su hijito que invierta en una cuenta bancaria, pero el niño (influenciado por la niñera voladora) hace una inversión social: ayuda a una mujer pobre en la calle.
Dos películas que hemos recomendado por su realismo al retratar la crisis, han sido ‘Lobo de Wall Street’ (2013) y ‘Margin Call’ (2011).
La primera es más conocida, además de haber obtenido varias nominaciones a los premios Oscar (que ninguna se materializó, prueba que su argumento chocaba con el sistema).
En la obra vemos a Leonardo DiCaprio como agente de la Bolsa de Valores de Nueva York, enfrentado a quienes pretenden manejar esa institución: la banca y la mafia. Una crisis ética que termina por socavar los cimientos del capitalismo.
Pero la cinta que describe con más realismo la crisis capitalista es ‘Margin Call’, menos difundida pero más realista.
La crisis del 2008 aparece con una crudeza que espanta, con despidos masivos, engaños al público y hasta a los inversionistas pequeños.
La conclusión de uno de los protagonistas es que para sobrevivir en el mundo de las altas finanzas hay que llegar primero, ser más “vivo” o hacer trampa.
Pero en la cinematografía, el plano americano es el que toma a una persona desde las rodillas hacia arriba, es decir, las ¾ partes del cuerpo. Estas películas no muestran los pies de barro del capitalismo, su incapacidad de sobrevivir indefinidamente.
No debemos culpar al cine por esta omisión. Si se metieran a fondo a criticar al sistema, estarían “metiendo la pata” y no podrían producir cintas con denuncias tan fuertes como las que exhiben estas y otras películas.