Desde el verano de 2015, Grecia ha desaparecido (prácticamente) de las noticias, pero no porque su situación económica se haya estabilizado. Una cárcel no es una noticia relevante mientras los internos sufran en calma. Recién cuando montan una revuelta y las autoridades aplican mano dura aparecen los camiones con las antenas satelitales.
La última revuelta ocurrió en la primera mitad de 2015, cuando los votantes griegos se negaron a apilar nuevos préstamos sobre montañas de deuda ya insostenible, una medida que habría prolongado la bancarrota de Grecia en el futuro bajo la pretensión de que había quedado atrás. Y fue en ese momento cuando la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional -con su estrategia de “extender y pretender” en riesgo- reprimieron la “Primavera Griega” e impusieron por la fuerza otro préstamo impagable a un país quebrado.
Desde entonces, el foco en Europa ha virado hacia el Brexit, el populismo de derecha y xenófobo de Austria y Alemania y el referendo constitucional de Italia, que hizo caer al gobierno de Matteo Renzi. Pronto, la atención volverá a virar, esta vez al centro político en crisis de Francia. Pero, no nos olvidemos, el manejo absurdo de la crisis de deuda de Europa comenzó en Grecia. Un país menor dentro del contexto de Europa se convirtió en un precedente para una estrategia que podría compararse con hacer rodar una bola de nieve cuesta arriba. Las avalanchas han minado la legitimidad de la UE desde entonces.
El problema con Grecia es que todos mienten. La Comisión Europea y el Banco Central Europeo mienten cuando dicen que el “programa” griego puede funcionar mientras el gobierno de Grecia haga lo que se le dice. Alemania miente cuando insiste en que Grecia puede recuperarse sin un alivio de deuda sustancial a través de más medidas de austeridad y estructurales. El actual gobierno de Syriza miente cuando insiste en que nunca ha dicho que sí a objetivos fiscales imposibles. Y, por último pero no menos importante, el FMI miente cuando sus funcionarios pretenden que no son responsables de imponerle esos objetivos a Grecia. Cuando se acumulan tantas mentiras, con tanto capital político invertido en que se perpetúen, desenmarañarlas requiere un golpe tajante, similar a Alejandro Magno cortando el nudo gordiano. ¿Pero quién empuñará la espada?
Trágicamente, el problema es obvio y extremadamente fácil de resolver. El estado griego se volvió insolvente un año después del estallido de la crisis financiera global de 2008. Contra toda lógica, el establishment europeo, incluidos los sucesivos gobiernos griegos, y el FMI le otorgaron el mayor préstamo en la historia a Grecia con condiciones que arrojaron una reducción del ingreso nacional nunca vista desde la Gran Depresión.
Project Syndicate