Los países de América Latina y el Caribe enfrentaron con éxito la crisis mundial de fines del 2008 e inicios del 2009. Debido a un crecimiento continuo de sus economías, y condiciones favorables en el entorno internacional, los países pudieron acumular cuantiosas reservas y a su vez disminuir el endeudamiento público. De esta forma, la crisis internacional encontró a una región fortalecida y equipada con las herramientas necesarias para enfrentarla. No se repitieron los escenarios de épocas anteriores, en donde los desequilibrios originados en otras partes del planeta o en la región misma afectaban de manera drástica la estabilidad que con esfuerzo se había logrado. Esta vez fue diferente. Los gobiernos, con recursos disponibles para hacerlo, diseñaron políticas contracíclicas para enfrentar la crisis que amenazaba con echar al traste ocho años de crecimiento continuo. Las economías de la región fueron golpeadas por la crisis, lo que se reflejó en una caída en el crecimiento económico de 1,9%, en el 2009, interrumpiendo la continuidad y las mejoras que se venían dando en el empleo. Esta situación fue superada debido a la coordinación en las medidas económicas aplicadas por los países desarrollados más afectados por la crisis para evitar caer en una recesión más profunda. En la región, estas medidas contracíclicas contribuyeron a reducir la vulnerabilidad económica, lo que posibilitó que las economías se reactiven de manera inmediata logrando crecer en su conjunto en el 2010 en un 5,2%. Esta vigorosa recuperación, según la Cepal y la OIT, se verá reflejada en un descenso de la tasa de desempleo que de un 7,3% en el 2010 se espera caiga al 6,7% al cierre del presente año. Sin embargo, si bien el estudio publicado en junio bajo el título: Coyuntura Laboral en América Latina y el Caribe, reconoce los excelentes resultados de la aplicación de medidas contracíclicas, advierte que las mismas fueron resultado de reacciones de corto plazo más que un enfoque institucionalizado. Por consiguiente, no es suficiente acumular reservas internacionales, ya que las mismas se tornan insuficientes en crisis prolongadas. De ahí la necesidad de crear una institucionalidad que permita una respuesta rápida y efectiva a una situación de crisis. Esta institucionalidad se torna más evidente y urgente en países sin moneda propia que no pueden utilizar la política monetaria y cambiaria como parte del arsenal de herramientas para enfrentar una crisis causada por factores fuera de control. Basta observar lo que está pasando en la UE con la crisis de la deuda, para ver la importancia de tener un marco institucional de respuesta rápida para impedir que las crisis se extiendan afectando a la estabilidad de los países.