Repentinamente, en medio del tráfico endemoniado de Quito aparece una ambulancia que se abre paso entre los vehículos. Pasa cerca de nuestro carro y se puede ver en su interior al conductor, dos chiquillas y otro hombre que ríen, juegan, se hacen bromas, se empujan. Van en plena jarana. Es evidente que no tienen una emergencia, no llevan personas dolientes, están de diversión.
La francachela es pública y el juego se hace en medio del estridente ruido de la sirena
Cuando se asiste a una burla de esta magnitud uno se pregunta si el Ecuador tiene alguna institución o entidad que controle o vigile el uso y abuso de las ambulancias en el país. Somos tierra de nadie.
El mal uso del espacio visual público es otra expresión del atraso. Cualquiera coloca una lata torcida, una llanta vieja, una lámina estropeada, una hoja de zinc usada y es un anuncio publicitario espantoso que el Estado es incapaz de resolver. Esto ocurre en campos y ciudades. En Carreteras y calles.
Tenemos una contaminación visual que sin duda estará deteriorando sutilmente las mentes y comportamientos de los ecuatorianos. Nadie hace nada.
En las carreteras, se asientan, sin control y recato una serie de prostíbulos, night clubes, lenocinios, moteles, casas de cita. No existe una disposición legal, ni una autoridad que ponga coto a esta expresión de procacidad. En cualquier recoveco de la vía, incluso al pie de la cascada de la Aloag-Santo Domingo, están los burdeles ofreciendo su espectáculo lujurioso.
La aceras, otra manifestación del salvajismo. Todas despedazadas, todas destruidas. No hay una que sea la continuación de la anterior. Son espacios para accidentes, para caídas y tronchadas de tobillos. Otras, llenas de boñiga y excremento. La mayoría repletas de marañas, breñas y desperdicios. Por un lado grandes contratos y esfuerzos para calles y avenidas, por otro, desprecio por el peatón.
Y el vendedor de gas que usa el pito perversamente para anunciar su mercancía. El policía de transito que hace avanzar los carros por encima de la zona cebra en expresión bárbara y colmada de estulticia supuestamente para facilitar la movilidad. Las aerolíneas que hacen lo que les viene en gana con los horarios de vuelos nacionales, sin que la autoridad diga ni siquiera muuu. Ah, y la maldición de los chapas acostados en todo el Ecuador.
Se llega al absurdo de permitir que se haga publicidad ambulatoria o móvil. Grandes furgones, uno tras de otro, pasean lentamente por las calles de Quito, burlonamente cargando vallas publicitarias.
Increíble que se consienta hacer esta actividad en medio del caos que es el trafico. Estas, algunas de las cosas chiquitas que el subdesarrollo nos convoca diariamente.