Las denuncias de corrupción en los contratos de la refinería de Esmeraldas originan una declaración del Presidente calificándola como marginal y sosteniendo que el Estado no ha sufrido perjuicio, porque las coimas salen de las utilidades del contratista. La declaración presidencial ignora la realidad. Las coimas pagan los corruptos empresarios a los corruptos funcionarios para obtener ventajas fuera de lo normal. Si no existieran esas ventajas extraordinarias no necesitarían pagar para que les adjudiquen los contratos. Pagan para contratar con un presupuesto inicial de USD 187 millones y terminar con contratos por USD 1 200 millones como en la refinería de Esmeraldas, sin competir ni someterse a los agotadores procesos de contratación pública. Nadie paga coimas sacrificando utilidades como asevera el Presidente. Las habrían pagado para negociar millones de barriles de petróleo con empresas chinas, intermediando, increíblemente, con empresas estatales, ganando ilegítimamente cientos de millones, en perjuicio del Estado.
Las razones por las que la corrupción ha tenido cabida en esos contratos y en no se sabe cuáles más, están en que generalmente se ha contratado con procedimientos de excepción en los diez últimos años. Cuando se evitan las licitaciones y se dispone de recursos como nunca había sucedido, viviendo en la desmesura total, es imposible que no haya corrupción. El argumento de que siempre ha existido corrupción no sólo repugna a elementales principios éticos, sino que abona a comprobar que habiéndose multiplicado los recursos, la corrupción se ha incrementado exponencialmente. Coca-Codo-Sinclair costó 606 millones más. Y las esferas de gas en Monteverde 307 millones más. Más la refinería, casi USD 2 000 millones más que lo presupuestado! ( revisar los contratos).
Si en la refinería de Esmeraldas se habrían seguido los procedimientos de ley, los presupuestos debieron estar ajustados a la realidad y no habría sido posible que se incrementen así y se contrate ligera y obscenamente a criterio de un grupo de funcionarios. Esas son las razones para la corrupción y no la existencia de paraísos fiscales, señalados como su causa. “Decir que los paraísos fiscales son la causa de la corrupción es como decir que los moteles son la causa de los divorcios”, se atribuye a Adolfo Linares. Los paraísos fiscales pueden ser mal utilizados y lo son, pero la corrupción no se origina porque existan, sino por la existencia de corruptos que roban aprovechando la falta de fiscalización y la permisividad de las normas.
La concentración de poderes es, también, el caldo de cultivo de los corruptos. Si ni la Asamblea ni la Contraloría, ni nadie fiscaliza, los corruptos aprovechan. Si se amedrenta a la prensa, no hay periodismo de investigación, así, la corrupción ya endémica, campea.