Que robe aquel no tiene nada y que necesita llevar el pan para sus hijos, se disculpa. Que la desesperación de estar sin trabajo le lleve a una persona a tomar de lo ajeno, se comprende. Que el nivel de adicción a la droga H o a cualquier otra droga haga que el muchacho le meta la mano en la cartera para tener para un chute más, ¡hasta se puede justificar! Pero que malversen dineros aquellas gentes que más plata han tenido, que más plata han manejado y que han ganado ya bastante con solo trabajar en la función pública, resulta, indignante. Demasiados ceros tienen las cifras de la corrupción nacional. Demasiados ex ministros, candidatos, autoridades, funcionarios, gerentes y empresarios prósperos se suman esa lista de impudicias. Demasiada gente de cuello blanco metida en el fango de la ambición y del descaro. Demasiada indecencia quienes se decían manos limpias. Ahora parecen estar todos embarrados: metieron la mano en el petróleo y salieron manchados; metieron la mano en la justicia que les da ahora impunidad; metieron la mano en la ingenuidad de la gente y en sus anhelos de cambio; metieron la mano en lo recaudado de los impuestos de todos y de las contribuciones al IESS. Lejos han estado de ser los Robin Hood criollos que anunciaban que habría en el país una repartición equitativa de la riqueza. No solo se han repartido entre ellos, y que se han llenado los bolsillos sino que se han robado la confianza.
De muchos de los atracos se supo hace tiempo. De las obras inútiles, caras y fraudulentas se alertó desde muchos frentes. Nadie quiso escuchar. Que la famosa repotenciación de la refinería de Esmeraldas tenía problemas era cacho viejo; que hacer aeropuertos ahí donde no había necesidad de vuelos, también. Se sabía, por poner unos ejemplos, que hacer internados en la selva no era una solución a los problemas de educación en esas lejanías, pero el miedo al carajazo de quien se había empecinado en ello, hizo que funcionarios de medio pelo callen y, por lo que se ve, repartan las ganancias con contratistas y constructores igual de inescrupulosos.
Expertos publicistas hicieron del país el escenario de una farsa burlesca: ahí donde inauguraban escuelas con laboratorios ponían a profesores que jamás habían visto un microscopio para que simule una clase del milenio y salga en la foto; ahí donde pintaban una refinería para esconder sus desperfectos escondían también tratos torcidos; ahí, donde ocultaban una carretera al bautizarla como sendero ecológico, compraban comunidades y hacían jugosos contratos para beneficios de los grandes capitales chinos.
Digamos que todos son inocentes hasta que se pruebe lo contrario. Si se demuestran las culpas, la penas serán leves y los dineros se habrán esfumado pero ¿ se recuperará la fe en quienes llevan las riendas del país? Ese parece ser el mayor de los despojos.