Parecieran haber quedado atrás las épocas en las cuales las Fuerzas Armadas eran dirimentes en la política. Incluso los antecesores del presidente Rafael Correa ya se encargaron de ir trazando el coto de caza de esa institución que, por su origen y trayectoria, y a diferencia de lo que sucede en otros países, ha tenido y sigue teniendo un peso específico en la vida nacional.
Este Gobierno la ha mantenido ocupada en tareas importantes como la construcción vial o la administración del sector petrolero, e incluso en tareas de seguridad interna que no son connaturales a su formación, y al mismo tiempo ha estado atento a satisfacer sus requerimientos. Un ex ministro de Defensa solía decir que miraba todos los días la cotización del petróleo para medir el clima interno.
Han sido casi siete años de buenas relaciones, con episodios aislados. No solo ha habido una clara subordinación del poder militar al poder civil sino que no ha habido reacciones internas importantes al llamado a apoyar el proyecto político-ideológico. Ese buen clima ha equivalido, sin embargo, a no tocar la posible reorientación de sus recursos humanos y materiales, a la luz de los cambios mundiales en materia de seguridad.
El presidente Correa ha recordado acertadamente que la idea de hacer cambios en la institución se remontan a la época posterior a la firma de la paz con el Perú, en 1998. Terminado el conflicto, apareció sin embargo un nuevo frente: la frontera norte, blanco de inseguridad y violencia. Todos recuerdan cómo se saldó el descontento institucional, que tenía un fuerte matiz económico, en el gobierno de Jamil Mahuad.
Hoy el contexto político y económico es diferente, pese a lo cual la propuesta ha causado urticaria y ha motivado un pronunciamiento -considerado interno pero que se filtró rápidamente- del Comando Conjunto, lo cual significa que para la cúpula el tema rebasaba un diálogo con la Ministra de Defensa.
La reubicación alude a la percepción que los miembros de las Fuerzas Armadas tienen de sí mismos y a su condición económico-social. Es uno de los temas que sin dudas une a la cúpula con los mandos medios y la tropa. Y la propuesta viene de un Ministerio que consideran ajeno a sus acciones. El Ministerio Coordinador no tiene frente a las Fuerzas Armadas la misma posición que ha logrado con la Policía, tras la tensión que alcanzó su punto máximo con el malhadado 30-S.
El Gobierno necesita reorganizar los recursos de las FF.AA. y controlar el gasto, lo cual ha terminado en un forcejeo. Los canales no han sido los adecuados y ha faltado manejo político. El Gobierno califica al comunicado de un error y el Presidente dice que si el Comando Conjunto no fuera tan bueno, ya lo habría separado. Todo indica que los cambios se harán paulatinamente, pero que se acaba la larga luna de miel.
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