Ahora resulta que Correa y Glas son víctimas del centralismo quiteño que usa la corrupción como una justificación para desatar su odio contra “los monos”. Eso declara ni más ni menos que un expresidente que anhela la reelección y vino a Colombia para amedrentar de cerca a los ovejunos.
Según El Telégrafo, Correa añadió que el análisis de la política ecuatoriana “no puede limitarse al eje ideológico izquierda-derecha; hay otro eje muy marcado: Sierra-Costa. Y esa dimensión regional es sumamente importante; probablemente más importante que la dimensión ideológica”. Y concluyó que el resentimiento del grupo quiteño se agravó cuando escogió al costeño Glas como vicepresidente para que manejara los sectores estratégicos. (A confesión de parte, relevo de pruebas).
Como quiteño criado en Manta, donde pasé mis mejores años, siempre me ha interesado el tema del regionalismo. El mes pasado, en mi artículo ‘Monos y serranos’ señalaba que la ley del péndulo entre Quito y Guayaquil no es tan mecánica como parece pues hay otros factores que entran en juego. Y recordaba que “el péndulo entre un gobierno de capataz de plantación, como fue el de Febres Cordero, a un estilo democrático como el de Rodrigo Borja, más que por el regionalismo estuvo motivado por el rechazo y la indignación”. Pues bien, esos son los sentimientos que despiertan hoy Correa y Glas, pero también serranos como René Ramírez y Galo Chiriboga, y por las mismas razones.
Sin embargo, el factor regional sigue influyendo en las decisiones. Por eso recordaba que en las elecciones de 2012, Correa “desafió a la capital al imponer a su paisano sospechoso de plagio en la vicepresidencia, violando la tradición de repartir la papeleta electoral entre las dos regiones”.
En la misma línea, la víspera de la elección de 2014 para alcaldes revisé el lugar de nacimiento de los jeraracas del correísmo: Correa, Glas, el canciller Patiño, Mera, Jalkh y el entonces presidente del CNE nacieron en Guayaquil; los Alvarado en Quevedo; su contralor Pólit en Manabí; el ministro del Interior José Serrano y el fiscal Chiriboga en Cuenca; la presidenta de la Asamblea en Otavalo; Galo Mora, director de Alianza País, en Loja; no había un solo quiteño de nacimiento en la élite correísta pues hacía rato que a Acosta y Larrea les habían dado puertas. Pero quiteños eran muchos de los acosados por su Gobierno, como Jaime Guevara, Bonil, Diego Cornejo, César Ricaurte, Christian Zurita, los estudiantes de los colegios Mejía y Central Técnico… No obstante, el factor decisivo para la elección de Rodas fue el rechazo a la prepotencia de Correa.
Por último, dos presidentes guayaquileños, Noboa y Palacio, fueron muy bien aceptados en la capital. De manera que no es por el origen ‘mono’ de Correa y Glas que los quiteños están indignados, sino porque este dúo encabezó un inmenso sistema de derroche y presunta corrupción y debe responder por ello.
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