Correa llamó “bestias salvajes” a periodistas que hicieron una denuncia luego de una investigación documentada sobre corrupción. Al cabo de meses de movilización social cabe preguntar: ¿Qué tan salvaje es la represión del régimen?
Frente a las masivas manifestaciones y actos de protesta que se han dado en las 24 provincias del país la violencia ha ido creciendo. Algo se conoce de la represión que se ha dado en Quito, casi nada sobre situaciones en otras localidades, sobre todo las bastante alejadas de la capital como Loja y Zamora.
En Saraguro se dieron actos terribles, que no son únicos. En medio de la represión, una mujer embarazada de seis meses resultó afectada por las bombas lacrimógenas. “Dos policías de gris la tomaron de los brazos y la arrastraron como diez metros y otros dos arrojaban gases”. Terminó con hematomas en los brazos.
Un ciudadano “que no estaba participando en el paro” fue emboscado por los policías, “uno de ellos le dio un toletazo en el labio, el cual se reventó y provocó que se le cayeran cinco dientes”. Luego pasó un calvario para lograr atención médica.
El 17 de agosto, luego del decreto de estado de excepción por el Cotopaxi, en Saraguro, cientos de kilómetros al sur, se dieron agresiones y allanamientos de casas particulares. Un menor de 15 años de la comunidad de Las Lagunas relata que uniformados “patearon la puerta de su casa, lo arrastraron, lo ahorcaron con sus collares y se lo llevaron preso”. Las roturas de puertas, golpes y gases se multiplicaron.
Los testimonios mencionados son apenas una muestra de la situación descrita en forma fundamentada por el “Informe preliminar sobre las estrategias de control social y represión en el marco del paro nacional del Ecuador”, que ha presentado el Colectivo de Investigación y Acción Psicosocial hace algunos días. El país debe conocer este documento que refleja lo grave de la situación.
Se dirá que también los policías han sufrido violencia y debemos hacernos cargo de su situación. Desde luego que los policías son ecuatorianos con derechos. Cumplen órdenes y, justo es reconocerlo, de muy de mala gana. Pero no deben culpar al pueblo inerme y temeroso de sus reacciones. Los responsables son quienes los mandan a reprimir haciendo uso del poder incensurable del que abusan cada vez con mayor cinismo.
Todos, hasta los policías, saben que los responsables son los ministros, asesores, técnicos en “inteligencia”, drones y soplones del correísmo. Y sobre todo, el propio Correa que incita a la violencia y la ejerce cotidianamente.
Preguntémonos entonces: ¿Si quienes escriben libros y buscan la verdad son “bestias salvajes”, como deberían llamarse los que ordenan apaleamientos, agresiones, allanamientos, balazos, chantajes, bombazos, golpes e intimidaciones contra su propio pueblo?