No es sólo la aceptación y la credibilidad de la que Correa goza, ya algo excepcional en el políticamente fraccionado Ecuador, que le convierte en un probable presidente reelecto; sino las acciones que ha hecho y que han impactado. Podrán ser unas inviables o no sustentables a la larga, otras mal hechas y a rehacer, un buen porcentaje de ineficaces y mal concebidas, pero hay un buen número que han redefinido el Estado para contento de muchos y otras que han racionalizado políticas públicas antes incoherentes. En suma, lo hecho y con aceptación en la población da medallas para ganar elecciones. Se entiende mal entonces la persistencia de la propaganda presidencial, que exagera el valor de sus acciones y denigra al contendor. Desde luego que su éxito lo debe en buena parte a la ausencia o debilidad de la oposición o de contendores creíbles. No tenerlos y fraccionar el voto con varios candidatos opositores será parte de su ventaja.
Pero el Gobierno, a su ventaja lo está convirtiendo en bumerán, sus ataques muestran su fragilidad, invencible frágil. Por cierto, nadie es invencible, más aún si se ganó a fuerza de imágenes de publicidad. Desde el inicio, Correa ha sido el más “mediático” de candidato o mandatario alguno, fue fruto de la prensa y de imágenes, en un Ecuador ansioso en dar la vuelta a sus frustraciones. Ahora desperdicia sus logros en hechos, al saturar con su lógica de publicidad hecha propaganda. La receta de ayer no es válida siempre; existe la dinámica social, la publicidad puede saturar y crear lo contrario, enojo y rechazo. Los hechos pueden esfumarse con el reflujo de su misma avalancha de publicidad que revela sus debilidades, del mismo modo que el que siempre tiene el micrófono se llena de contrasentidos, exageraciones, mentirillas, mentirotas y contradicciones que enervan, ¿otra vez él, otra vez lo mismo? Si alguien logra canalizar ese hartazgo latente o explicitado, la imagen de fragilidad hará día, la crítica del oponente adquirirá credibilidad. Una imagen vale otra imagen. Saldrá con el tiempo que en muchas acciones y políticas es más propaganda que hechos o validez o coherencia. Se recordará, por ejemplo, ese decreto de un Ecuador sin analfabetismo para, ante los hechos de la inconsistencia, encontrar inútiles chivo expiatorios.
Crece la conversión de la propaganda política en publicidad, aún más, la campaña permanente es ahora omnipresente y sus mensajes pierden decoro y veracidad. Es perder la cabeza, lo hace desde el 30 de septiembre, del referendo y de su guerra contra El Universo y los periodistas, lo que lleva a resultados negativos, tal esas cadenas interminables con asociaciones a todas luces forjadas, de satanización y descalificación y condena como se hacía en Europa del Este; en que la paranoia real o usada quiere ser verdad. ¡Cómo se devalúa la imagen poderosa que tuvo con la idea ciudadana!