La idea parece absurda. Forzar una negociación de paz con la peor amenaza que puede significar el lanzamiento de la bomba H.
Eso, al parecer, ha hecho el estrambótico líder norcoreano Kim Jong-un.
La noticia sacudió las redacciones de los medios de todo el mundo. Corea del Norte hacía alarde de su poder nuclear.
Y lo hacía lanzando una prueba contundente. Nada menos que una bomba de hidrógeno o bomba H.
Hablando de sacudidas la explosión fue registrada por los sismógrafos como un movimiento telúrico inquietante.
Esa medida nos da la magnitud de la audacia.
Kim Jong-un es el tercer heredero de la dinastía de un poder tiránico que domina Corea del Norte. Fue una de las herencias de la Guerra Fría y de las tensas relaciones de los líderes comunistas de la Unión Soviética y la China Popular de Mao.
Al sur de esta Corea del Norte, atrasada, con falta de libertades y sin democracia, uno de los regímenes más retardatarios del planeta, se encuentra Corea del Sur.
Un país próspero que labra con sacrificio su democracia y desarrollo en libertad y que se inscribe como uno de los Estados de mayor grado de desarrollo relativo expandiendo su tecnología, su potencial en telefonía celular, sus marcas de automotores y gigantes astilleros por todo el planeta.
Diario El Mundo revela el contenido de una cita de un delegado del Gobierno norcoreano en Pekín. La explicación que dio es que el estrafalario líder norcoreano buscaba forzar un diálogo a cuatro voces -una aspiración consistente-, entre China, Estados Unidos y ambas Coreas para sellar la paz.
Al parecer la estrategia de fuerza extrema (lanzar la bomba H al mar), fracasó.
Es impresentable que se busque la paz haciendo alarde de una exhibición así. Corea del Norte con sus cabezas nucleares y su bomba H es una amenaza regional severa, no solo para Corea del Sur. Alguien debe hacer entrar en razón a su histriónicolíder.