No es una fecha nacional sino continental. En ese año, el 15 de junio, en Córdoba, República Argentina, se produjo una revolución universitaria que trascendió a los escenarios políticos y sociales de muchos países. Incluso, algunos analistas la consideran como la cuna de los movimientos populistas, que en su fase inicial y positiva coincidieron desde sus respectivos ámbitos: destitución de las viejas oligarquías académicas y nacionales, incorporación de la categoría pueblo junto a la apertura de los claustros y autonomía universitaria y plena soberanía nacional. Esta expresión de protesta de los jóvenes cordobeses, además de constituir un fogonazo que retumbó en el continente, fue una demostración de la evolución política cuando el germen de las protestas históricas nace de abajo, asciende en la esfera social y se expande diluyéndose o dejando hitos históricos para el porvenir.
Este recuerdo es pertinente cuando en el Ecuador se ha iniciado una reforma universitaria con un objetivo: incorporar al país a un proceso de desarrollo por la vía del conocimiento, modernizando los estudios y producción científica, así como una plena sintonía con los avances tecnológicos mundiales. Este proyecto, que aspira a convertirse en un proceso, tiene una particularidad que puede ser considerado como una ventaja o, por el contrario, un obstáculo que no solo conspire con la viabilidad de los planes, sino que convulsione la educación universitaria del país.
Los profesores universitarios que se han adherido al documento del Grupo de Trabajo Universidad y Sociedad, seguidos de importantes opiniones editoriales no cuestionan el objetivo ni el esfuerzo fiscal por un nuevo modelo de universidad, pero sí el mecanismo unidireccional de evaluación que deriva en la imposición, la ausencia de diálogo y la percepción de que en esta estratégica visión del destino nacional por la vía de la academia, solo existe una verdad. ¿Se insistirá en la posición actual convirtiéndose hasta en un punto de controversia política o, por el contrario, se abrirán las humbrosas puertas del diálogo pensando en la universidad y en el país? Sobre este último aspecto es necesario considerar algunas señales. Cuando se esperaba que la partidocracia o los independientes habían perdido toda interlocución con la sociedad sucedió lo del 23 F- ¿De dónde y cómo? Cuando parecía imposible que jóvenes supuestamente anárquicos no llegaban a un mínimo de firmas por el No en el Yasuní, más de 750 000 se convirtieron en otro imprevisto en la marcha triunfal de la revolución. De la misma manera, una elemental previsión debiera desactivar -vía diálogo y consenso- el frente universitario de protesta que de consolidarse sería el tercero en una acumulación de sorpresas. Que no haya necesidad de repetir la frase del manifiesto de 1918: “La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sud América”.