El tema del control democrático y de la legalidad vigente no es un tema menor. El estado de derecho exige siempre, y especialmente en épocas electorales, ser delicados en el ejercicio del poder. Por parte de la Asamblea, de los medios y de los ciudadanos advierto un cierto temor a controlar el poder político. Y, sin embargo, el ejercicio del control público es uno de los rasgos de una democracia madura y verdadera. Es triste decirlo, pero el poder, de cualquier color, siempre ha intentado sustraerse a la fiscalización del respetable público. Quizá por eso, cuando no hay auténtica democracia, los medios de comunicación social sustituyen a congresos y asambleas nacionales y la gente tiene que defender en los espacios privados lo que tendría que defender en los ministerios públicos. Tomarse la justicia por la propia mano tiene mucho que ver con esto..
Todos tenemos que respetar y cumplir la ley, independientemente del papel que juguemos perdidos entre bastidores de los círculos del poder. El Estado de derecho lo exige. De hecho, atentamos contra la estabilidad democrática cada vez que manipulamos la ley o, simplemente, nos la saltamos en beneficio propio. Da penita comprobar cómo vivimos inmersos en la ilegalidad a la hora de hacer proselitismo. No sería este el mayor problema ni el más graves… Lo peor es el tenor y la calidad de las campañas anticipadas, preludio de lo que nos espera…
Gobierno y partidos confunden la publicidad con el debate. Es lamentable que los grandes problemas se reduzcan a la cuantía del bono solidario, a quién da más en medio de este baratillo de ofertas y demandas. ¿Y los programas y políticas de largo alcance que respondan a los problemas graves y reales que el país padece? Ojalá que hubiera menos cuñas, spots y sabatinas y abundaran más los foros de debate. Seríamos un pueblo más pensante, crítico y lúcido y menos manipulable.
En esto, el gobierno debería de dar ejemplo, pues no es posible gobernar éticamente si, al mismo tiempo, no se ejerce, cara al pueblo, una función pedagógica y educativa. Abusar de los bienes del Estado es peculado, se trata de un delito que va creando una conciencia distorsionada de lo que significa inclusión, participación, respeto a las normas pactadas y establecidas, democracia, convivencia justa y pacífica. Bueno sería que determinados funcionarios públicos se olvidaran por un momento de su condición y compitieran desde la legalidad y la lealtad. Contraloría y Consejo Nacional Electoral tendrían que brillar por actuar de forma exquisita y transparente a la hora de ejercer un auténtico control democrático.
Estas cosas son el a, be, ce de una sociedad incluyente y, realmente, democrática. No es suficiente con ganar elecciones, es preciso construir una sociedad que, más allá de las coyunturas e intereses de troncha, madure de forma ética y comprometida con la verdad. Los líderes pasan, lo mismo que ideologías y regímenes. Permanecen los pueblos, necesitados de futuro, más allá de la codicia presente.