Contrafactual del 30S

El término contrafactual es la manera complicada de decir “qué hubiera pasado si...”. El problema de los ejercicios contrafactuales es que son excesivamente especulativos. Nadie puede predecir el futuro y nadie puede predecir el presente si el pasado hubiera sido distinto.

Por ejemplo, a mí me encantaría tener el tiempo para pensar qué hubiera pasado si Ninan Cuyuchi, el hermano mayor de Atahualpa y Huáscar, no hubiera muerto en 1527 y el incario hubiera estado unido a la llegada de los españoles. Pensar en todas las cosas que hubieran sido distintas podría ser muy entretenido, pero también sería un ejercicio tremendamente especulativo.

Pero en el Ecuador han pasado tantas cosas exóticas que hay ejercicios contrafactuales que no son tan especulativos. Por ejemplo, qué habría pasado si Rafael Correa no se hubiera metido en el cuartel policial hace exactamente dos años.

Lo que ocurre es que en enero de 1981 hubo un levantamiento policial muy similar al del 2010 y el presidente de ese entonces, Jaime Roldós, no se metió en el cuartel de los sublevados. Es decir, no necesitamos decir “hubiera pasado” sino que podemos decir “pasó”.

Jaime Roldós era una persona inteligente, con profundas convicciones democráticas y, adicionalmente, era un ser libre de odios. Tenía, además, el suficiente aplomo como para no necesitar demostrar en todo momento que él valía mucho. Con 40 años era un joven reformista con ansias de implementar muchos cambios en el país.

El hecho es que temprano en la mañana del 5 de enero de 1981 un grupo de policías se levantó en el recién inaugurado Regimiento Quito y Roldós no se fue a meter en medio de los revoltosos, sino que manejó todo por teléfono y, con la colaboración de su sagaz ministro de Gobierno Feraud Blum, envió a oficiales de la Policía a dialogar con la tropa. Luego de un par de forcejeos, una que otra bomba lacrimógena y muchas horas de diálogo, a las 9 y media de la noche todo estaba arreglado, a los policías se les pagó unos salarios que estaban atrasados, se les ofreció mejorar el rancho y eso fue todo.

Eso fue todo. No hubo ni heridos, ni muertos, ni discursos destemplados, ni camisas rotas, ni estados de excepción, ni cadenas nacionales interminables. Sobre todo, no hubo uniformados ecuatorianos disparando contra otros compatriotas uniformados.

El levantamiento policial de 1981 fue tan irrelevante que a este articulista le fue difícil encontrar testigos de la época que recuerden claramente los hechos. La mayoría tiene un difuso recuerdo de un tema absolutamente secundario que no merecía ocupar espacio en su memoria.

Y esto no es “lo que hubiera pasado” sino “lo que pasó” cuando un presidente no se metió en medio de un montón de policías sublevados: no pasó nada.

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