No, las reformas laborales recientemente aprobadas no son el fin del mundo, pero sí son un paso en contra de la corriente a nivel mundial. Y, sobre todo, va en contra de las reformas que han implementado los países más exitosos en esta economía cada vez más globalizada.
La reforma, en resumen, vuelve aún más inflexible al ya inflexible mercado laboral ecuatoriano. Ahora, típicamente si se contrata un empleado y se lo mantiene contratado por 91 días, su contrato se vuelve indefinido y para despedirlo (incluso en el día 92), el empleador tendría que pagarle algo más de tres salarios a su salida (indemnización más los décimos proporcionales).
Pero sería muy primitivo pensar que una norma así va a frenar los despidos, porque los empleadores van a pensar un poco más allá y simplemente van a limitar sus contrataciones. Por ejemplo, si una empresa tuviera la duda entre contratar un empleado adicional o de comprar una máquina, esta reforma le dio un argumento para reemplazar a la persona por la máquina. Algo similar puede pasar si alguien tiene la disyuntiva entre producir en el país o importar, o entre contratar una persona adicional o de poner horas extras a los empleados existentes.
En otras palabras, las reformas fortalecen a quienes ya tienen un empleo formal, pero reducen las posibilidades de que quienes no lo tengan puedan encontrar uno.
Reformas de este tipo pueden sonar muy humanas o pueden aparentar una gran ‘conciencia social’ de parte de quienes las aprueban, pero en el mundo real tienden a reducir la creación de empleo.
Dentro de las grandes economías en el mundo, Estados Unidos, Gran Bretaña y Alemania son quizás aquellas donde el empleo ha evolucionado de mejor manera desde la gran crisis financiera del 2008. Alemania mantiene unos niveles bajísimos de desempleo, mientras que los Estados Unidos y la Gran Bretaña han creado muchísimo empleo en los últimos años.
Y esos tres países tienen algo en común: un mercado laboral bastante flexible. Cuan flexible será que Alemania hasta hace muy poco ni siquiera tenía un salario mínimo. Por otro lado, es evidente que las economías de Francia y de Gran Bretaña tienen muchas características comunes, pero se diferencian en que los franceses tienen un mercado laboral extremadamente rígido.
Pues resulta que desde el 2010, Francia ha creado 140 000 nuevos empleos. Los británicos, con su alta flexibilidad crearon 1,6 millones. Por eso, el desempleo en Francia ha crecido desde esa fecha, frente a la fuerte caída que han visto los ingleses (y ni hablar de los norteamericanos).
Claro que en el mundo nada es perfecto. Los sistemas más flexibles tienden a crear más empleo, pero peor pagado. Los sistemas rígidos crean poco empleo, pero mejor pagado. Pero casi cualquiera aceptará que un empleo mal pagado es preferible a estar en el desempleo.