En las próximas cuatro semanas tendrán lugar dos eventos electorales de particular importancia en América Latina. El 22 de noviembre, los argentinos votarán para presidente entre dos candidatos, uno que asegura el continuismo de lo que ha sido el proyecto político de la familia Kirchner y otro que plantea reinstitucionalizar la República para que la democracia, entendida más allá de un simple acto ritual ante las urnas, tome cuerpo en una nación que otrora fue un referente importante de desarrollo social, económico y cultural de la región.
En el intento de remontar una tendencia que al parecer no le es favorable, desde que se impuso con una leve ventaja sobre su contendor en los comicios que determinaron la necesidad de un inédito balotaje, el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, candidato del oficialismo, ha pretendido instaurar una campaña de miedo afirmando que si Macri gana y, por ende, termina la época Kirchner, se eliminarán las ayudas sociales y volverán los tiempos oscuros de los ajustes, como que si la mayoría de los argentinos agobiados por la falta de empleo, la inseguridad y la inflación, actualmente estuvieran en condiciones que podrían considerarse satisfactorias. La pregunta que surge enseguida es: ¿Si estuvieron en el poder por casi una década, cómo es que no abatieron esos males de manera que gran parte de los electores ahora busque una opción de cambio?
Hacia el norte, en Venezuela, de cara a las elecciones del 6 de diciembre en que se elegirán a los integrantes de la Asamblea Nacional, actualmente dominada por el oficialismo que habiendo obtenido alrededor del 52% de votos se hizo del control de más de las dos terceras partes de ese órgano legislativo, ¿les suena conocido?…, las encuestas advierten de una derrota el oficialismo. Ante la amenaza de recibir un fuerte castigo electoral, el sucesor del chavismo se ha apresurado a decir que no cederán de ninguna manera en su proceso revolucionario, que “gobernarán con el pueblo”. ¿Cómo se entiende aquello si el propio pueblo les confirma su rechazo en las urnas?
Lo cierto es que los venezolanos deben estar hastiados de la escasez, de la inflación y de una propaganda atosigante que pretende hacer ver como un paraíso revolucionario a un país que, pese a su enorme riqueza, fue desbaratado por un grupo de ineptos que lo ha llevado a condiciones inimaginables de deterioro y descomposición; y, ante ello, buscarán con su voto poner un correctivo a una situación que, de continuar, amenaza conducir a ese estado a ribetes peligrosos.
También, allí surge la propaganda estatal de que se busca el retorno de fuerzas oscuras al poder. Lo único sombrío ha sido la administración hegemónica del chavismo, que sometió a todas las fuerzas del Estado a su control. Ellos son los responsables de la desastrosa situación de Venezuela. Estos países fueron gobernados al antojo de estos populismos, con base en una súbita riqueza que despilfarraron. Terminada la bonanza ¿concluyó el continuismo?