Dicen que contar la propia vida no es nada fácil. Pareciera que uno se conoce a si mismo y por ello no debería tener dificultad en narrar lo que ha hecho. Pero el rato de los ratos resulta muy complejo escribir estos testimonios vitales, porque siempre tienden a ser una suerte de apología personal y el público las recibe con cierta sospecha. De allí que las autobiografías tienen que escribirse con cuidado.
Las motivaciones de las autobiografías son diversas. Hay quien opina que son producto de la vanidad o del deseo de quedar en la memoria colectiva. También se piensa que son una manera de transmitir las experiencias vitales, de compartir situaciones que podrían ser ejemplo para otros. Hay personas que publican sus memorias con la pretensión de que un país entero los lea. Hay otras que escriben para que los lean sus hijos y descendientes, como testimonios familiares.
En su mayoría, este tipo de obras vienen de personalidades públicas. Pero hay pocos testimonios de otras personas, como empresarios, por ejemplo. Están ocupados en sus negocios y no tienen tiempo para escribir testimonios. Pero sus obras pueden ser muy útiles como fuente de conocimiento del pasado económico.
Entre las pocas autobiografías de empresarios aparecidas en los últimos años debe destacarse la de don Alfonso Hidrobo Fernández, publicada con su nombre con el subtítulo “Vida de fe, honor y trabajo”. Se trata de unas “memorias” escritas por el mismo y editadas en 2008 con el auspicio de Grupo Hidrobo Estrada formado por sus hijos, que llegó a constituirse en referente económico de mucha influencia en el norte del país.
Don Alfonso contó su vida en forme directa y sencilla, desde sus humildes orígenes en la parroquia de Tumbabiro, hasta que llegó a ser destacado empresario en Ibarra. Fue administrador de una hacienda, comerciante de productos agrícolas, electrodomésticos y vehículos, fue impulsor de agroindustrias y firmas constructoras. Al fin logró incursionar en el sistema financiero. El autor destacó su feliz relación con su esposa doña Blanca y contó como sus hijos participaron junto a el para construir su grupo económico, manteniéndose unidos en el esfuerzo.
El autor, que también tuvo otras aspectos destacables en su vida, dio gran relieve a su condición de católico practicante y su apoyo a la Iglesia, que culminó con su participación en la visita del Papa a nuestro país y su nombramiento como diácono, es decir como persona consagrada. Al fin de sus días a esa función le dedico la mayor parte de sus esfuerzos.
Por ello, cuando don Alfonso Hidrobo murió hace unas semanas, su sepelio fue un homenaje en el que se destacó su legado, ejemplo de trabajo, amor a la familia y vida cristiana. Fue una ocasión para recordar su autobiografía que puede ser leída con interés.
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