Una vez más el Presidente revuelve el avispero. Ahora plantea un referendo y un plebiscito.
Debe ser una táctica estudiada y que al parecer ha dado buen resultado hasta aquí. Tener un “producto” como Rafael Correa durante más de medio año subido a la tarima, con micrófono en mano, haciendo gala de su expresiva oratoria cargada de contenidos agresivos para los que osan cuestionar sus puntos de vista, con un discurso que llega a las masas, debe ser el sueño de asesores y expertos en propaganda.
Esa es la gran razón que se oculta tras de la consulta. Pero la jugada puede ser riesgosa. Sí, porque la sola presentación de las preguntas a la Corte Constitucional ha desatado una tormenta. Y la avalancha de posturas críticas viene de sectores diversos. Los juristas y expertos en constitucionalismo, que creen que se viola los preceptos de la Carta Magna, varios de los propios legisladores constituyentes de la bancada oficialista ponen alertas.
La verdad es que el “espíritu de Montecristi” quedaría a un lado para proponer un método sui géneris de selección de magistrados donde el control de pocas personas y la innegable influencia del poder Ejecutivo en el proceso concentran el poder en una sola persona. Es como si el diseño de la estructura constitucional hiperpresidencialista y con el control político que ha ostendado el mandatario no fuese suficiente y quisiera acumular más poder. Pide al pueblo que confíe en él, como si los cambios y los procesos jurídicos pudiesen depender del voluntarismo de personas cuando lo que se espera es un avance colectivo y una madurez política que permita construir instituciones sólidas , aquellas que la voluntad impetuosa de Rafael Correa ha demolido de modo sistemático todos estos años.
Además, los expertos sostienen que si las preguntas implican reformas legales deberían pasar primero por la Asamblea. Los empresarios van más allá, piden una Constituyente.
En las primeras preguntas, de acuerdo a los expertos, están en juego temas de derechos humanos y convenios internacionales de los que el Ecuador es signatario. Y hay otros temas que atañen a la libertad de las personas a los contenidos de los medios de comunicación – cuyo control se muestra como una obsesión del Régimen – y hasta interferencias que impiden nuevas inversiones y hasta la reversión de la carga de la prueba.
Mientras todo esto se debate hay otra evidencia. La gran capacidad del Gobierno para lanzar temas a discusión pública y desviar la atención mientras lo de fondo sigue postergado. La inseguridad no se resuelve con la consulta, la falta de inversión y empleo, el deplorable estado de los hospitales que ni el melodramatismo histriónico, ni los comediantes pueden ocultar con la costosa propaganda oficial pagada con plata del pueblo.
Cada vez es más verdad : esta revolución carece de ciudadanos.